Pang Ran miró ferozmente a Lin Yue, tan enfadado que quería gritarle a alguien. En ese preciso momento, apareció bajo la luz del sol una figura luminosa y elegante, vestida con las mismas túnicas verdes, su cabello caía como una cascada y los labios de la joven llevaban una leve sonrisa, y sus ojos tan claros y tranquilos como aguas estancadas.
—¿Oh? ¿Estás seguro de que puedes usarme para ganar el favor del Salón de las Cien Hierbas?
Su tono era tan sutil, nadie podía decir lo que sentía. Solo sus claros ojos se oscurecían, y sus labios se curvaban ligeramente hacia arriba.
Pang Ran no estaba seguro de por qué, pero ver a Gu Ruoyun en este estado le provocaba una sensación indescriptible. Sin embargo, rápidamente reprimió la sensación inusual al escuchar la voz solemne de Lin Yue:
—¡Has llegado justo a tiempo! Hombres, arresten a esta impostora. ¡Quiero presentarla por sus crímenes ante el Salón de las Cien Hierbas!