La celda estaba en caos, con los estallidos histéricos de Lin Miao resonando contra las paredes. A pesar de su dramática exhibición, la única respuesta que recibió fue la visita de un psiquiatra, quien intentó proporcionarle asesoramiento mental profesional. La policía, en un esfuerzo por pacificarla, acordó contactar a sus padres biológicos, permitiéndoles una visita antes de la sentencia formal.
En el desenlace, Lin Miao se encontró sola, mirando a través de los barrotes de hierro de su celda. Su expresión gradualmente se volvió vacía. ¿Por qué la habían abandonado? No podía entenderlo. Había preparado su defensa, planeado sus excusas por su robo, todo en anticipación de su liberación.
Esperaba el perdón de la familia Gu, impulsada por la culpa, y de la familia Gong, que seguramente desearía salvar las apariencias. Pero, ¿por qué las cosas no habían salido como ella había imaginado? Después de todo, ¡ella era la que había renacido!