Aunque Roland ya no era tan cercano a Halcón como antes, todavía eran amigos.
Ya era medianoche cuando leyó el mensaje, pero como jugador, Roland no necesitaba descansar. Salió del estudio y justo caminó hacia el patio, cuando Andonara apareció frente a él como una sombra blanca.
La velocidad de un Gran Espadachín era casi tan buena como la de un Pícaro.
—¿A dónde vas? —preguntó Andonara, que vestía de puro blanco.
La mayoría de las veces, las mujeres lucen más hermosas a la luz de la luna.
Andonara ya era suficientemente hermosa. En el vestido blanco, a Roland le pareció una diosa que acababa de descender.
Aunque habían estado juntos durante un par de días, Roland seguía profundamente asombrado.
Ella era la segunda mujer más hermosa que Roland había visto jamás. Incluso la elfa que Roland liberó la última vez no era tan bonita como Andonara.
La más hermosa fue el ángel que vio en el funeral de Falken.