Dos horas después, llegaron las familias de Susan y Tom.
Todos estaban afligidos al ver los cuerpos ennegrecidos, pero después de que Roland entregó a cada familia cinco monedas de oro como compensación, sonrieron tan felices como si las víctimas hubieran muerto por causas naturales debido a la vejez, lo cual sería motivo de celebración.
Roland los observó en silencio, sin cambiar de expresión. No dijo nada ni hizo ningún comentario.
La chica gato se secaba las lágrimas de vez en cuando.
Ella era la única que realmente lloraba.
Roland puso temporalmente en pausa los estudios sobre la Menor Bendición. No los abandonó, pero pensó que era demasiado peligroso y que tendría que estudiarlo con más cautela en un entorno más seguro donde nadie más resultara afectado.
Mediante Teletransportación de Larga Distancia, Roland regresó a Motasos. Primero fue al ayuntamiento y revisó los asuntos civiles de Motasos.