—Veamos, esto no es algo que podamos elegir, las Setenta y Dos Cuevas Inmortales no son lugares a los que uno simplemente puede entrar a voluntad —respondió Yang Lin'er, no aceptando la sugerencia de Yang Jun porque conocía muy bien a este joven.
—Él era simplemente impulsivo, hoy encantado con el Cultivo de Espada, quizás mañana con el Cultivo Corporal.
Los demás también comenzaron a fantasear sobre su futuro Cultivo, mientras Yang Lin'er miraba hacia el horizonte, una traza de melancolía en sus ojos.
Este mundo de Cultivo era tan formidable; si Fang Wang, quien estaba obsesionado con el Cultivo, pudiera venir aquí, seguramente estaría encantado.
Después, Yang Lin'er partió con sus compañeros, embarcándose en la búsqueda de las Setenta y Dos Cuevas Inmortales.
Arriba, pájaros blancos volaban libremente, mientras el Reino Mortal se movía como olas, una tras otra, aparentemente sin fin.
...
El tiempo voló en un abrir y cerrar de ojos.
Treinta años efímeros pasaron.