La voz de Fang Wang resonó en todo el Reino Mortal, más alta aún que las de los Grandes Santos y los Grandes Emperadores. Su tono era ligero, como si susurrara al oído de todos los seres, pero la firmeza en sus palabras era suficiente para hacer que cualquier criatura lo reverenciara.
Cuando su voz se desvaneció, el cielo y la tierra cayeron en un silencio momentáneo, las voces rugientes desaparecieron, quedando solo los pilares de luz blancos que rodeaban Kunlun sin disiparse aún.
El Emperador Canglan todavía estaba de pie en la punta de la enorme espada roja, inmóvil, su mirada desenfocada.
El Santo Dominante colgaba cabeza abajo sobre Fang Wang, aún en una pose de puño cerrado, exudando una aura dominante, sus ojos llenos de intimidación.
—¡Dieciocho Capas del Infierno Abi!
Fang Wang sintió que, aunque eran fuertes, no habían superado el nivel del Monarca Inmortal Cang He.