Los dos entramos en la casa sin hacer ruido. Ya en el cuarto, me metí a la ducha para eliminar cualquier rastro de mi infidelidad con Luis. Mientras el agua recorría mi cuerpo desnudo, cerré los ojos y recordé cada cosa que había pasado hoy con él. Eso hizo que lo deseara más que antes. Quería ser de nuevo suya, ser dominada por ese joven de 23 años y que me hiciera lo que él deseara. Terminé de darme la ducha, y esa misma noche tuve relaciones con Marcos. Casi murmuré el nombre de Luis en un gemido, porque imaginé que quien me estaba haciendo el amor era él.
Al día siguiente, me tomé la famosa pastilla del día después. Decidí pasar el día con mis hijos, preguntándoles cómo les había ido en el partido de ayer. Me contaron que habían pasado a las semifinales del torneo. Cuando terminamos de hablar, sonó mi teléfono. Lo cogí y vi que era Nicolás quien me llamaba. ¿Sería que ya tenía noticias sobre el amigo de mi abuelo? Pedí disculpas a mis hijos, que estaban desayunando en el comedor, y me retiré hacia mi estudio. Entré, puse seguro a la puerta y me acerqué a la ventana.
—Dime, Nicolás. ¿Tienes buenas noticias sobre lo que te pedí? —pregunté, con ansiedad.
—Así es. Por fin pudimos localizar al que fue el mejor amigo de tu abuelo —respondió Nicolás, con un tono de satisfacción.
—Necesito que busques la forma de cómo puedo hablar con ese señor y en dónde se encuentra —dije, impaciente.
—Él está ubicado a cuatro horas de la ciudad, en una de sus propiedades del campo. Mañana me reuniré con él para cuadrar el encuentro contigo, Ana —explicó Nicolás.
—Esto no puede pasar de esta semana, Nicolás —dije, con firmeza.
—Confía en mí, jefa. Haré que se reúnan esta misma semana —aseguró Nicolás.
Colgué el teléfono. Estaba a un paso de descubrir la verdad que mi abuelo le ocultó a toda la familia sobre el verdadero pasado de la familia del Castillo. Solo tenía que esperar a que Nicolás pudiera reunirse con él y agendar una cita conmigo.
La mañana siguiente, mientras estaba ingresando a la universidad, alguien me dio una palmadita en el hombro. Me giré y vi que era Diana, con una sonrisa en su rostro.
—Cuéntame todo lo que pasó el sábado con Luis. El bobo de él no me contó nada —dijo Diana, con curiosidad.
—¿Y por qué tengo que contarte algo? Y más a ti que me mintió y me hizo ir a un lugar engañada —respondí, tratando de sonar indiferente.
—Esa sonrisa en tu rostro, Ana, me dice que sí pasó algo entre tú y él —dijo Diana, con una mirada astuta.
En eso, le tapé la boca con la mano para que no siguiera hablando, ya que ella habla muy fuerte.
—Y si pasó algo o no, no te lo voy a decir. ¿Entiendes, Diana? —dije, con firmeza.
—¿Por qué eres tan mala conmigo? Yo siempre te ayudo, Ana —protestó Diana, con un tono de queja.
—Hablemos de cosas más importantes. ¿Pudiste averiguar algo de lo que te pedí ayer sobre Melisa? —pregunté, cambiando de tema.
—No sé qué tanto interés tienes en Melisa, pero esto es lo que pude averiguar: ni sus amigas saben de su paradero. No contesta los mensajes ni las llamadas desde el miércoles. Es como si la tierra se la hubiera tragado sin dejar rastros —dijo Diana, con un tono de preocupación.
Lo que me contaba Diana sobre lo que estaba pasando con Melisa me hizo preocuparme. ¿Sería que, por mi culpa, su hermana le había hecho algo? Nadie desaparece de un día para otro sin dejar rastro. Todo esto era muy sospechoso. ¿Será que alguien estaba escuchando la conversación que tuve el miércoles con ella y le informó a mi madrastra? Pero si fuera así, ¿por qué no había hecho nada contra mí? Ya que descubrí que ella estuvo detrás de esos rumores. La otra opción era que Melisa hubiera huido de la ciudad para estar fuera de la influencia de su hermana mayor. Pero, ¿a qué lugar podría haber ido? Según la información que me dio Nicolás, las únicas personas que ella tiene en su vida son su hermana y su tío, que está en prisión. ¿Dónde podría estar ella?.
El día transcurrió de lo más tranquilo en la universidad. Unas cuantas miradas entre Luis y yo, pero nada más. Al terminar el día de clases, me llegó un mensaje de mi padre, diciéndome que ya se encontraba en la ciudad, ya que tenía que asistir mañana a una reunión de socios de la empresa. Le dije a Alex que me daba mucha pena, pero que hoy no lo podría llevar hasta donde siempre lo llevaba, ya que tenía que ir a ver a mi padre, a quien hacía días que no veía. Estaba a punto de subirme al coche cuando Alex me besó. De inmediato, respondí el beso de Alex, ya que sus besos eran los más tiernos del mundo. Cuando terminamos el beso, me despedí de él y salí hacia la propiedad de mi padre.
Cuando estaba llegando a la propiedad de mi padre, me llevé la sorpresa de que el portero de la entrada, con ayuda del que vigilaba alrededor de la casa, sacaban a una joven desaliñada a la calle y la arrojaron al suelo. De inmediato, me bajé del coche y me dirigí hacia ellos. Mi sorpresa fue que la joven que habían arrojado al suelo era nada menos que Melisa, la hermana menor de mi madrastra. No llevaba zapatos en los pies, y se notaban las ampollas en sus plantas. Estaba inconsciente por el golpe que recibió al ser arrojada al suelo por ellos dos. En eso puse mi mano en su cabeza, y sentí que algo recorría mi mano y vi que era sangre. Le pregunté al vigilante:
—¿Quién les ordenó que la sacaran de esa forma, como si fuera un animal? —pregunté, con rabia.
—Señora Ana, fue su madrastra quien ordenó que la sacáramos. Solo cumplimos órdenes —respondió el vigilante, con un tono defensivo.
—¿Hace cuánto estaba dentro? —pregunté, tratando de mantener la calma.
—No hace mucho que entró. Aprovechó un descuido y logró entrar —dijo el vigilante.
—Ayúdenme a llevarla a mi coche. Y les advierto, si les pasa algo, los haré responsables —dije, con firmeza.
Entre los dos, me ayudaron a subirla a mi coche. De inmediato, la llevé al hospital más cercano, que estaba cerca de la propiedad de mi padre. No podía creer que alguien le hiciera eso a su propia sangre. Era obvio que a mi madrastra no le importaba nadie más que ella misma. Al llegar al hospital, salí del coche y corrí hacia la entrada de urgencias para pedir ayuda. Salió una enfermera con una camilla y la llevaron adentro de inmediato. En eso llegó Luisa para acompañarme en el hospital, Luisa me dice que es mejor llevar a melisa a otro lugar. Cuando el doctor se acercó a donde estaba yo, me preguntó:
—¿Qué relación tiene con la paciente? —preguntó el doctor.
—Es una conocida —respondí, tratando de sonar calmada.
—La paciente no corre peligro, ni su bebé —dijo el doctor, con un tono tranquilizador.
—¡Qué buena noticia! —exclamé, aliviada.
—La paciente sigue inconsciente. Se le curaron las heridas de los pies y del golpe en la cabeza, pero debe estar en revisión médica por unos días —explicó el doctor.
No podía creer que ella estuviera embarazada, le pregunte a luisa por que hay que llevara otro lugar, me dice que a qui ella podría estar en peligro,ya tenía el lugar donde la podríamos llevar, le di la dirección a ella. Cuando Luisa se fue a hacer lo que le encargué, fui a buscar al doctor que estaba atendiendo a Melisa. Necesitaba que él firmara la orden para trasladarla de lugar, ya que en este hospital ella podría estar en peligro. El doctor me advirtió que el traslado podría ser un poco riesgoso, ya que Melisa estaba muy débil y cualquier cosa podría ser fatal para el bebé. Sin embargo, no podía dejarla en ese lugar, donde su hermana podría hacerle algo contra su vida. Firmé los papeles de autorización y pedí que una enfermera la acompañará en todo momento durante el traslado. Cuando Luisa me avisó que todo estaba listo como había ordenado, de inmediato la trasladamos a un lugar seguro.
La acomodamos en uno de los cuartos del departamento y le ordené a Luisa que pusiera dos hombres a vigilar los alrededores del lugar. Cuando ya estaba a punto de irme, la enfermera me avisó que la paciente acababa de despertar. Decidí ir al cuarto donde estaba Melisa, quien se sorprendió al verme.
—¿Qué haces aquí? ¿Y qué hago yo aquí? —preguntó Melisa, con voz débil.
—Tranquila, no te haré nada malo. Aquí estarás segura, tú y el bebé que esperas —dije, tratando de calmarla.
Tuve que sujetar con fuerza, ya que intentaba quitarse las cosas que le habían puesto las enfermeras. La abracé y con mi mano comencé a acariciar su pelo.
—Tranquila, no debes tener miedo. Yo no dejaré que nadie te haga daño, te lo prometo. Tú solo fuiste una víctima de tu hermana, que solo te usó —dije, con un tono suave.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué te preocupas por mí después de haber inventado ese rumor en la universidad sobre ti? —preguntó Melisa, con lágrimas en los ojos.
—Porque sé que no tuviste opción. Tenías que hacer lo que tu hermana te ordenaba —respondí, con comprensión.
En ese momento, juré que la protegería como si fuera de mi propia familia. Ella perdió a sus padres a una edad muy temprana y jamás conoció el amor de una madre, ya que su hermana solo la usó como si fuera una herramienta. Nunca le mostró el amor que ella realmente merecía. Cuando su tío fue arrestado y extraditado a los Estados Unidos, mi madrastra la echó a la calle, donde Melisa tuvo que dedicarse a la prostitución para poder ganar algo de dinero y comprar algo de comer. Cuando ya estaba a punto de salir del cuarto para dejarla descansar, Melisa me dijo que esperara, que tenía que contarme algo muy importante.
—No te vayas, tengo que decirte algo muy importante —dijo Melisa, con voz temblorosa.
—Mañana me lo puedes decir. Tienes que descansar un poco y recuperar fuerzas —dije, tratando de calmarla.
— Esto no puede esperar hasta mañana es sobre las intenciones de mi hermana contra tu familia — Dijo melisa.
Me senté en la orilla de la cama mientras me contaba lo que había pasado en estos días. Había caminado durante horas, ya que había ido a la casa donde una vez vivieron sus padres. También me contó cuál era la obsesión que su hermana tenía con mi familia. Mi madrastra fue contactada por un hombre que le ofreció su ayuda, ya que él era el único que sabía cómo poner fin al imperio de la familia Castillo. De inmediato, él puso una condición: mi madrastra tendría que traicionar a su tío, ya que él sería el primero en interponerse para que no se realizará el plan contra mi familia. Sin pensarlo, ella lo hizo, entregando a su tío a las autoridades, y así logró convertirse en la líder de la mafia. Con la ayuda de ese hombre, ella pudo ganarse un puesto como secretaria y, de alguna manera, logró que Melisa entrara a la universidad en el último minuto para que me vigilara. Sin embargo, ese hombre nunca le dijo a mi madrastra cuáles eran sus verdaderas intenciones contra la familia Castillo.
Con lo que Melisa me había contado, confirmé que mi madrastra era la mismísima Viuda Negra. Pero no podía ir a la policía, ya que ellos no harían nada contra la mafia, pues la mayoría recibe sobornos de esa organización. Ahora tenía que estar más atenta que nunca y preparada para lo que pudiera pasar, ya que no era un solo frente, sino dos frentes de conflicto. Pero, ¿quién podría ser ese hombre? Tal vez alguien del pasado de mi abuelo, ya que su plan contra los Castillo no era algo que se hubiera planeado de un día para otro. Era algo que llevaba mucho tiempo en marcha y también lo que no entendía por que mi madrastra buscaba poner fin al imperio de mi familia será que ella fue una víctima de mi abuelo.