Caminé unos pasos y me acerqué a la baranda que estaba al borde del abismo. Miré hacia el cielo y murmuré para mí: "Es hora de que mi madrastra aprenda cómo es realmente debilita a una organización. Ella será mi invitada que estará sentada en primera fila para que vea cómo su grandiosa organización se cae a pedazos ante ella, sin poder hacer nada. La usaré de ejemplo para mis enemigos, para que vean cuáles son las consecuencias de enfrentarse a la familia del Castillo. Están destinados a la derrota". Luego, miré a Nicolás a los ojos y le dije:
—Antes de irme, quiero decirte algo que llevo mucho tiempo preguntándome. ¿Por qué te fuiste hace 20 años? Dime la razón —dije, con un tono serio.
—Cuando todo esto pase, te contaré qué fue lo que me llevó a alejarme de ti. Por el momento, no puedo decirte nada. Hay algo que me impide hacerlo —respondió Nicolás, con un tono evasivo.
—Hace 20 años, pensé que te conocía del todo, pero me equivoqué al confiar en ti. Sabes algo, Nicolás, yo estaba dispuesta a dejar todo por ti en aquella iba. Huir contigo, como lo teníamos planeado. Pero, ¿cuál fue tu reacción cuando te dije que estaba embarazada y que el bebé era tuyo? Saliste corriendo, dejándome sola en ese lugar. Por tu culpa, perdí a mi bebé. Era un embarazo riesgoso , y no pude conocer a mi hija, ya que ella nació muerta. Por eso te odio, Nicolás. Siempre te odiaré. Cuando termine todo esto, quiero que desaparezcas de mi vida, ya que eso es lo que sabes hacer muy bien —dije, con voz temblorosa pero firme.
Después de haberle dicho a Nicolás todo lo que llevaba dentro de mí, sentí que me quitaba un peso de encima. Había esperado 20 años para desahogarme y decirle unas cuantas cosas, para que sintiera lo que yo sentí en aquel entonces. Antes de irme hacia mi coche, le indiqué a Luisa que se pusiera a hacer lo que le había pedido la noche anterior, ya que me tendría que ausentar por unos días debido a un viaje de la universidad. Iba a una conferencia en la costa con todos los del grupo, y dejaba todo a su cargo. Al retirarme, llegué a mi coche, me senté, agarré el volante con fuerza y de inmediato salí de ese lugar. Me dirigí hacia mi casa. En el trayecto, no dejaba de pensar en una cosa: ¿cómo sería mi vida después de que esta tormenta que se acerca termine? ¿Todo volverá a ser igual que antes, o traerá cosas nuevas? Pero lo que sí sé es que estaré preparada para cualquier desafío que venga en el futuro.
Cuando llegó el día del viaje, comenzaron a hacerme llamadas perdidas. Cada vez que intentaba contestar, colgaban, pero no le di importancia. Mi hijo menor, Liam, me estaba ayudando a organizar mi maleta para el viaje. Cuando estaba guardando mi traje de baño de dos piezas, el rostro de Liam se puso rojo como un tomate.
—¿Pasa algo, hijo? —pregunté, con curiosidad.
—No, no pasa nada, madre. Solo que... ¿no crees que ese traje de baño es un poco revelador? Deja mucho al descubierto. Además, solo vas a una conferencia de la universidad —dijo Liam, con timidez.
En eso, cogí el traje de baño, lo sostuve en mis manos y se lo mostré.
—¿Mi pequeño está celoso de que vean a su madre con esto puesto? Además, voy a estar en la costa. Sería de mal gusto estar allá y no poder disfrutar de la playa y de la brisa del mar en mi piel, ¿no crees, Liam? —dije, con una sonrisa juguetona.
—Sí, pero podrías usar esos que usa la abuela —respondió Liam, con un tono de reproche.
Los dos nos reímos.
—¿Crees que estoy muy vieja? Porque yo no lo estoy. Además, solo voy a estar con las chicas de mi grupo. Confía en mí, mi pequeño hombrecito —dije, dándole un abrazo.
Los dos nos quedamos un rato hablando. Cuando ya estaba lista, salí con la maleta afuera. Le dije a Liam que me prometiera que no le iba a decir a su padre que había guardado el traje de baño. Me despedí de todos en la casa. Mi esposo, Marcos, se propuso llevarme al aeropuerto, donde todos nos reuniremos. Al llegar al aeropuerto, ya estaban casi todos los del grupo. Marcos me ayudó a bajar la maleta del coche. Fue en ese instante que vi que Luis y Alex ya estaban esperando en ese lugar. Decidí provocarlos un poco, así que besé a Marcos con un beso de despedida lleno de pasión. Cuando terminé de besar a Marcos, él se subió al coche y se retiró. Volteé hacia donde estaban los demás, pero me fijé sólo en dos: Luis y Alex. Los dos tenían una expresión de molestia y celos. Era divertido verlos así. Estos días que iba a estar fuera de la ciudad capital los usaría para relajarme un poco y olvidarme de los problemas que me rodean.
El viaje en avión desde la ciudad capital hacia la costa fue de alrededor de una hora. El viaje hasta el lugar de destino fue muy tranquilo. Al salir del aeropuerto, se podía sentir la brisa del mar. Estaba muy emocionada porque no sabía qué podría pasar en este viaje de cuatro días lejos de casa. Entre todos, decidimos no ir a un hotel, sino alquilar una casa a la orilla del mar que tuviera una playa privada para no ser molestados por otras personas. Al llegar a ese lugar, quedé encantada con lo hermoso que era el paisaje y el fondo del atardecer, que hacía que todo fuera encantador. Todos nos instalamos en los cuartos que nos fueron asignados. A mí me tocó compartir con Diana. Los demás se instalaron y salieron un rato, mientras que Diana y yo nos quedamos en la casa descansando después del viaje, que fue un poco agotador.
Los primeros días del viaje estuvieron tranquilos. Estuvimos conociendo a distintas compañías que se encontraban en esta región del país y asistimos a algunas conferencias en las universidades de la costa. La profesora que nos acompañó en todo esto del viaje nos dio el día de hoy libre, ya que mañana, domingo, regresaríamos a la capital. Por eso, con las chicas decidimos ir de compras en la mañana, mientras que los chicos se quedaban en la casa organizando los preparativos de la fiesta que íbamos a tener por ser nuestra última noche aquí. Después de haber comprado las cosas que necesitábamos, decidimos regresar a casa con los demás. Cuando cayó la noche, decidí que era el momento de usar mi arma secreta: mi traje de baño. Quería ver cómo sería la reacción de todos al verme con él. Cuando ya lo tenía puesto, me miré al espejo. Era verdad lo que dijo Liam: dejaba algunas cosas al descubierto. Me gustaba cómo hacía resaltar mis pechos y cómo la tanga del traje de baño se perdía en la división de mis nalgas. Me arreglé el pelo antes de salir donde estaban todos. Mientras pasaba por los pasillos, me llevé una sorpresa al ver a la maestra besándose con su estudiante, que era el amigo de Luis. Pasé en puntillas para no molestarlos.
Al llegar al patio de la casa, de inmediato me llevé las miradas de los chicos y de las chicas. Sin pensarlo, me tiré a la piscina para nadar un rato. Nadie me quitaba la mirada de encima, especialmente cuando salí del agua. Lo hice como si estuviera en una pasarela, y me acerqué a la barra para tomar un trago acompañada de Diana. Todo estaba yendo tan bien hasta que escuchamos un escándalo. Diana y yo nos acercamos a ver qué pasaba, y mi sorpresa fue que los que estaban haciendo esa escena eran Luis y Alex, que se empujaban y se decían unas cuantas palabras. "¡Parecen niños chiquitos!". Nadie intentó separarlos hasta que llegó la maestra. Me estresé mucho al ver esa escena. Era obvio por qué se estaban peleando. Para no seguir viendo esa escena infantil, decidí ir hacia la playa. Fue un alivio sentir la suavidad de la arena en mis pies. Me puse a caminar por la orilla de la playa. Fue en ese momento cuando alguien, de la nada, me habló. Volteé y vi que era Leo, un compañero de clases.
—Perdón, no fue mi intención asustarte, Ana —dijo Leo, con una sonrisa.
—Tranquilo, creí que estaba sola. ¿Y eso? ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas con los demás allá —dije, con curiosidad. —Me estresa ver esas escenas que hacen los demás por allá —respondió Leo, con un tono de fastidio.
—Ya somos dos. A mí tampoco me gusta ver esas escenas. Me estresa demasiado. Por eso decidí caminar para poder relajarme —dije, con un suspiro.
Leo es un chico que casi no comparte con los demás. Realmente pensé que él era gay, pero me llevé una sorpresa cuando sentí que me desnudaba con su mirada. Los dos decidimos hablar un rato juntos y pasar tiempo. Mientras tanto, en mi mente pensaba: "¿Realmente este chico es gay? Porque la forma en que me mira dice lo contrario". Siempre está rodeado de chicas, y además hoy nos acompañó a hacer las compras. Nos sentamos en la orilla, y las olas tocaban nuestros dedos de los pies. Él se paró y me indicó que lo esperara en ese lugar, que no se demoraría. Al rato, llegó con una botella de ron y dos copas. Me ofreció unos cuantos tragos. Ya él estaba más cerca de mí, y podía sentir el roce de su hombro con el mío. Leo era un chico muy atractivo: moreno, con unos ojos cafés. No sé si fue por el efecto de los tragos que me había tomado, pero me acerqué más a él, hasta el punto de que, de la nada, nos besamos. Era el tercer chico que besaba desde que había entrado a la universidad.
Del beso, pasamos a las caricias. Él se dedicó a besar mi cuello, y yo no pude evitar que mis gemidos escaparan de mis labios. Él hizo a un lado la parte del traje de baño que cubría mis pechos, dejándolos al descubierto. Empezó a masajearlos y luego los chupó, mientras mis manos le quitaban el short que llevaba. Para mi sorpresa, no llevaba boxers. Sin pensarlo, lo empujé, y él quedó acostado sobre la arena. En ese punto, no me importaba que íbamos a tener relaciones sexuales en la playa, bajo la luz de la luna. Me recosté encima de él, y de inmediato me agarró las nalgas. Yo le ayudé a que su miembro se introdujera dentro de mí. Lo fui introduciendo lentamente, y cuando ya lo tenía dentro, comencé a moverme. Nuestros gemidos fueron ahogados por un beso. El sonido de las olas funcionaba con el choque de nuestros cuerpos. Me estaba sintiendo tan llena en mi ser con este chico. Me estaba volviendo adicta a estos universitarios. Cuando los dos tuvimos nuestros orgasmos juntos, fue espectacular. Quedé encima de él, jadeando, mientras sentía cómo por mis muslos bajaba mi néctar mezclado con el de él. Estábamos listos para empezar de nuevo cuando sonó mi teléfono. La primera vez lo ignoré, pero en la segunda vi que era el mismo número que había estado haciendo llamadas perdidas. Decidí contestar. Esta vez no colgaron.
—¿Ana del Castillo? —dijo una voz desconocida.
—Sí, con ella habla. ¿Quién eres? —pregunté, con un tono de preocupación.
—Qué gusto poder oír tu voz por primera vez. Me han contado tantas cosas de ti —dijo la voz, con un tono inquietante.
—¿Quién eres? Responde —dije, con firmeza.
—Disfruta de estos bellos momentos, porque serán los últimos que vas a disfrutar. Hasta pronto —dijo la voz, antes de colgar.
Colgaron. La voz de aquel hombre no era conocida. De inmediato, cogí mis cosas y regresé a la casa con un rostro de preocupación. ¿Quién era ese hombre que me llamó? ¿Por qué me dijo eso? ¿Era una amenaza?.
continuará.....