Una vez, alguien no muy listo ni muy sabio me dijo: "La verdad cambia dependiendo del cristal desde el que mires". Y por primera vez en muchos años, admito que aquel tipo sí era sabio.
Día 3 desde el fallido asalto al campamento de la Alianza y mi captura.Ubicación: Desconocida.
Hora: Desconocida.
Tengo sed. Una sed que quema, que lacera, que me consume desde adentro. Mi cuerpo es una amalgama de carne, dolor y metal oxidado. La oscuridad es total, pesada, asfixiante. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que desperté. Puede que sean horas, días o solo minutos eternos en este infierno sofocante.
La barra de metal incrustada en mi pierna derecha ha dejado de ser solo un tormento; es una sentencia. Cada movimiento es una nueva agonía, la sangre empapando mis ropas, la herida negándose a cerrar. Intenté liberarme. Fracasé. La sangre seca se mezcla con la fresca, un círculo vicioso de dolor que me mantiene al borde.
Mi respiración es superficial. Cada bocanada de aire se siente densa, sucia. Intento convocar mis garras, pero apenas responden. No tengo acceso a mi visión nocturna, ni a mi fuerza. Estoy atrapado en mi propio cuerpo.
¿Será este mi final?
Si es así, morir desangrado no es lo que hubiera elegido.
La imagen de Luna atraviesa mi mente. ¿Cómo estará?
Espero que mi madre no le haya hecho daño.
El contenedor deja de moverse. El rugido del metal cesa. Algo está pasando.
Voces.
"¿No crees que es exagerado todo un contenedor para un solo soldado?"—una voz desconocida rompe el silencio.
"Un poco, pero según Krauther, era necesario. Este tipo casi mató a diez soldados cuando se liberó de la primera jaula de transporte."
La puerta se abre.
Una luz blanca me ciega de golpe. Mi cuerpo se tensa. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi la luz. El hedor a podredumbre los golpea, pero yo ya no lo percibo.
Los soldados fruncen el ceño, el desprecio evidente en sus rostros.
"Diablos... Krauther se pasó. Este tipo está muerto."
¿Muerto?
Es gracioso. Ojalá fuera cierto.
"Mira las marcas de corrupción. Por eso era de temer. Seguro se desangró. Su estado me da asco."
El de la derecha se acerca. Veo su uniforme, el emblema de la Alianza en el pecho. Su pulso es fuerte, la sangre palpita en su cuello. Azul. Hipnótica. Necesito contenerme. Necesito... beber.
Su arma toca mi pecho. Me empuja levemente.
No reacciono.
Comete un error. Se acerca demasiado y sin cautela.
Mis manos se mueven por instinto. Lo atrapo. Garras de hielo se clavan en su carne. Lo jalo hacia mí y mis dientes se hunden en su garganta. Un grito ahogado. Su sabor es fétido, su sangre no sacia mi sed, pero es lo primero que bebo en días.
Disparos. Su compañero entra en pánico. Me cubro con el cadáver. Algunas balas alcanzan mis piernas, pero siento dolor. No siento nada más que hambre.
Cada gota de sangre que atraviesa mi garganta activa mi regeneración. No hay dolor, no hay cansancio, no hay asco. Solo hay sed.
Sigo bebiendo hasta que el otro soldado se queda sin balas.
Aparto el cuerpo de mi víctima y lo observo. Está paralizado, con las manos temblorosas mientras intenta cambiar el cargador.
Me pongo de pie.
Las cadenas ceden como si fueran papel. Con un tirón, arranco la barra de metal de mi pierna. No siento dolor, solo una satisfacción hueca.
El soldado me mira con terror. Intento hablar, pero mis palabras salen torpes, rotas.
"Lo... sien... to."
Las lágrimas resbalan por mis mejillas sin un porqué. No siento culpa. No siento nada. Y eso es lo peor.
El soldado logra recargar. Dispara.
Demasiado tarde.
Ya estoy a su lado.
Mis garras atraviesan su pecho sin esfuerzo. La sorpresa en su rostro refleja el miedo, miedo que no veia hace mucho tiempo.
"Eres un monstruo."
La frase resuena en mi cabeza.
¿Soy un monstruo por intentar sobrevivir?
Quizás todos lo somos en algún momento.
Levanto su cuerpo, hambriento. Estoy a punto de desgarrarle la garganta cuando algo me golpea con la fuerza de un tren.
El suelo se precipita hacia mí.
Oscuridad.
El impacto me aturde, pero vuelvo en sí.
Levanto la vista. Esas botas. Esas malditas botas.
Me incorporo tambaleante. No quiero mirar los cadáveres a mi derecha. No quiero, pero los veo.
El mastodonte me observa, su expresión impenetrable. Me propina otro golpe, esta vez al estómago. Mi cuerpo se dobla.
"¿Y las garras? ¿Las marcas de corrupción? No me digas que un solo golpe te sacó del estado Berserker."
Mi respiración es errática. Escupo sangre.
"Golpe bajo..." murmuro.
El mastodonte sonríe, más soldados llegan tras de él.
"¿Por qué no huyes?"
Lo miro. Esa cicatriz. Esos ojos grises sin humanidad. Lo odio.
"Porque la lastimaste. Y debes pagar con sangre."
Él resopla, una bala me atraviesa.
"Así que, por lastimar a alguien, merezco morir. Dime, niño, ¿qué mereces tú?"
Las palabras se clavan en mí. Recuerdos borrosos, sangre, gritos, suplicas y después, silencio.
"Ellos te curaron. Y los matas... Solo eres basura entre la basura."
Otro disparo. Otro golpe.
No puedo seguirle el ritmo. Su fuerza es superior. Me estampa contra el suelo. Me patea sin cesar. Mi visión se nubla.
Me alza por el cuello.
"No eres el héroe de esta historia, niño. Tus manos están tan sucias como las mías."
La asfixia me consume.
"La verdad... cambia según el cristal con que se mire."
La oscuridad regresa. No otra vez.
No otra vez, por favor.
No quiero seguir aquí.