NARRADOR: Logan C. Krauther
El día libre llegó como una pausa inesperada en este ciclo infernal de entrenamiento y dolor. A decir verdad, ni siquiera planeaba salir. Mi plan era simple: quedarme en mi celda, escuchar los zumbidos de las luces y dejar que el día pasara sin pensar demasiado en nada.
Pero Kim tenía otros planes.
—Escucha, Rhaben —dijo esa mañana, irrumpiendo en mi celda como si fuera suya—. No puedes quedarte aquí todo el día. Sal con nosotros. Crips y yo tenemos una sorpresa para ti. Además, considera esto como una disculpa por... bueno, ya sabes, mi padre siendo él.
—¿Una disculpa? —respondí, arqueando una ceja—. ¿Qué sigue, un abrazo grupal?
—No te emociones —replicó con su tono sarcástico de siempre—. Solo ven. Crips y yo nos encargamos de todo.
Y así fue como terminé en el bulevar cercano, rodeado de una brisa marina que no lograba opacar el calor insoportable del sol. Kim y Crips parecían disfrutarlo, caminando con paso relajado mientras hablaban sobre drones y maniobras. Yo, por mi parte, me quedé en las sombras del muelle, contemplando el agua mientras la marea subía lentamente.
Crips se acercó con una sonrisa que parecía imposible de borrar.
—Vamos, Rhaben, relájate un poco. ¿De verdad odias tanto el calor?
—Es un fastidio —murmuré, cruzándome de brazos—. Además, no entiendo el punto de esto. ¿Por qué tanta amabilidad de repente?
Crips se encogió de hombros.
—Tal vez porque, a pesar de lo difícil que eres, nos caes bien. Y porque sabemos que no has tenido un día decente desde que llegaste aquí.
—No estoy acostumbrado a esto —admití, mirando el agua mientras las gaviotas volaban sobre nuestras cabezas—. Mi vida no ha sido precisamente... tranquila.
—¿Familia complicada? —preguntó con esa habilidad suya de hacer preguntas sin sonar entrometido.
Asentí, dejando que las palabras salieran antes de pensarlo demasiado.
—Mi madre, Cassandra, no era lo que se dice cariñosa. Siempre fue dura conmigo, como Krauther, pero peor. Me veía como una herramienta que debía ser perfecta o descartada. Y mi padre... —tragué un nudo en la garganta—. Se fue cuando yo era pequeño.
Crips guardó silencio un momento, como si me diera espacio para procesar. Finalmente, habló:
—Debe de haber sido duro. Pero no todo fue malo, ¿no?
—No —admití—. Luna una chica con quien me crie, Marriot su padre adoptivo y Levin, básicamente su tío fueron lo único bueno que la ZP me dejó. Marriot era como un padre, aunque ninguno lo dijera en voz alta. Levin era mi hermano mayor, fastidioso y protector hasta el día en que murió. Y Luna... ella era mi luz, incluso cuando no podía alcanzarla.
Crips asintió, y su sonrisa se volvió más suave.
—Tal vez es hora de encontrar algo bueno aquí también. Mi familia tampoco era perfecta. Perdí a mis padres cuando era niño, pero mi hermana mayor hizo lo imposible por criarnos a mí y a mi hermano menor. Nunca nos dejó sentirnos solos. Eso me enseñó que no necesitas una familia perfecta; solo a las personas correctas.
Sus palabras dejaron un eco en mi mente mientras seguíamos caminando por el muelle. Pero antes de que pudiera responder, algo llamó nuestra atención.
Desde la distancia, divisé a una niña corriendo entre la multitud, con el cabello oscuro ondeando como una bandera al viento. Tras ella, una figura más que familiar corría desesperadamente, llamándola por su nombre.
—¡Liyara, detente! —gritó Mhir, abriéndose paso entre la gente.
Sin pensarlo, me adelanté. La niña no se detuvo, pero tropezó justo cuando llegué a ella. La sostuve antes de que cayera.
—¿Por qué corres así? —pregunté, con un tono más suave de lo habitual. La niña, de unos ocho años, me miró con ojos enormes y curiosos.
—Quería ver el mar —susurró.
—Pues aquí está —respondí, esbozando una pequeña sonrisa—. Pero no necesitas romperte el cuello para verlo.
Mhir llegó corriendo, el rostro lleno de alivio y exasperación.
—Liyara, ¿qué te dije sobre correr así? ¿Quieres darme un infarto?
La niña agachó la cabeza, murmurando una disculpa. Mhir la tomó de la mano y, antes de irse, volvió la vista hacia mí con una sonrisa que parecía mezclar agradecimiento y algo más.
—Gracias, Logan.
—De nada —repliqué, sin apartar la mirada. Verla así, con su hermana, me golpeó de un modo que no esperaba. Era otra faceta de Mhir, y me di cuenta de detalles que antes no había notado: su mirada firme, la postura tranquila, incluso la forma en que el sol resaltaba el tono morado de su cabello. Me quedé sin palabras por un momento.
La tarde pasó sin grandes incidentes, aunque Mhir decidió quedarse con nosotros, seguramente para vigilar a Liyara. La niña no se cansaba de preguntarme todo tipo de cosas: sobre los entrenamientos, mis habilidades, si sabía nadar...
—Es como un niño grande —dijo en cierto momento, haciendo que Crips y Kim soltaran risas.
—¿Un niño grande, eh? —respondí, fingiendo ofenderme—. Bueno, tal vez tengas razón.
Al final del día, Kim y Crips me llevaron a una pequeña caseta en la sección más apartada de la base de la Coalición de Hierro.
—Es hora de la sorpresa —anunció Kim, abriendo la puerta.
El lugar era sencillo, pero acogedor: dos camas, un armario y una ventana con vista al mar. Crips lanzó mi mochila sobre una de las camas antes de sonreírme.
—Felicidades, Rhaben. Ya no tienes que dormir en esa celda. A partir de hoy, esta es tu habitación. Y yo seré tu compañero, así que más te vale no roncar.
Me quedé en silencio, sorprendido. Kim se cruzó de brazos, con una expresión satisfecha.
—Esto no significa que me caigas bien, pero Crips insistió. Y supongo que no está mal que tengas un lugar decente para dormir.
—Gracias —logré decir—. De verdad.
—No lo arruines —dijo Kim, dándome un golpecito en el hombro antes de salir. Crips me dio una palmada en la espalda y se fue tras ella, dejándome solo.
Me dejé caer en la cama, contemplando el techo mientras las olas rompían a lo lejos. Por primera vez en mucho tiempo, sentí algo cercano a la paz. Y mientras cerraba los ojos, la imagen de Mhir apareció en mi mente. No sabía qué significaba, pero por alguna razón... no me importaba.
Unos días después
Narrador: Mhir Izbell
Los últimos días han sido extrañamente tranquilos. Demasiado tranquilos. Desde el día libre en el bulevar, apenas he visto a Logan. Resulta raro porque, hasta hace poco, parecía inevitable cruzármelo en los pasillos o en los entrenamientos. Pero ahora, que vive con Crips, es como si se hubiera esfumado.
En teoría, debería alegrarme. No es que extrañe sus comentarios sarcásticos o su costumbre de desafiarme a cada paso. Pero... no puedo evitar preguntarme cómo estará. ¿Se habrá adaptado a su nueva rutina? ¿Seguirá forzándose más allá de sus límites?
Mis cavilaciones se interrumpen al oír un grito desde la sala de estar.
—¡Mhir! ¡Mira lo que puedo hacer!
Es la voz de Liyara, mi hermana menor, rebosante de energía. Me apresuro a la sala y la encuentro saltando sobre el sofá como si fuera un trampolín.
—¡Liyara, bájate de ahí! —exclamo, tratando de sonar autoritaria. Pero ella solo me dedica una sonrisa traviesa.
—Estoy practicando para ser como Logan —dice con un último brinco antes de aterrizar con los brazos en alto—. Él es fuerte y genial. ¿Crees que podría ser una Darkquinetick también?
—No creo que eso sea algo que puedas elegir, Liyara —respondo, suspirando mientras recoloco los cojines—. Y Logan no es un ejemplo que debas seguir en todo. Es... complicado.
—¿Complicado? —pregunta, ladeando la cabeza en un gesto que me recuerda a un cachorro curioso—. ¿Te gusta Logan?
Me quedo helada.
—¿Qué? ¡No! Claro que no.
—Entonces, ¿por qué hablas tanto de él? —suelta, claramente disfrutando de mi incomodidad.
—¡Yo no hablo tanto de él, tú lo haces! —replico, apartando la mirada—. Y basta de Logan. Ve a jugar a otra cosa, ¿sí?
—¡No quiero jugar sola! —protesta, cruzándose de brazos con ese puchero que siempre me desarma—. ¡Quiero verlo a él! ¡Quiero que venga aquí!
—Eso no va a pasar —murmuro. Pero, mientras lo digo, surge una idea. Tal vez... no sea tan mala.
Encontrar a Logan no es complicado. Su nueva habitación con Crips está en una zona tranquila de la base, lejos del caos de los entrenamientos. Con la puerta entreabierta, oigo sus voces.
—Te digo, Rhaben, si sigues comiendo así, no habrá carne suficiente en toda la base —dice Crips, riendo.
—Solo intento compensar años de desnutrición emocional —responde Logan, con su sarcasmo habitual.
Golpeo suavemente la puerta y entro. Ambos se giran hacia mí. Logan parece sorprendido; Crips sonríe de oreja a oreja.
—Doctora Izbell. ¿Qué la trae por aquí? ¿Rhaben se metió en problemas otra vez?
—No, esta vez no —respondo, cruzándome de brazos—. Pero necesito su ayuda. O más bien, la tuya, Logan.
Él arquea una ceja y se recuesta contra el marco de la cama.
—¿Mi ayuda? ¿Con qué?
—Con Liyara —digo, intentando sonar casual—. Está más hiperactiva que nunca y no puedo con ella. Además, no para de hablar de ti, así que pensé que tal vez podrías ayudarme.
—¿Hablar de mí? —repite, con una pequeña sonrisa—. Bueno, no la culpo. Parece que tiene buen gusto.
—¿Entonces? —pregunto, fingiendo no haber oído su broma—. ¿Me ayudarás?
Logan me observa por un instante, como evaluándome. Finalmente, se levanta, estirándose con desgana.
—Claro. ¿Por qué no? Podría ser divertido.
—¿Fun... di... divertido? —balbuceo, sorprendida. Pero, antes de retractarme, Crips se ríe y le da una palmada en el hombro.
—Buena suerte, Rhaben. No la decepciones.
Con Liyara
La reacción de Liyara al ver a Logan es pura alegría.
—¡Logan! —exclama, saltando como una rana—. ¡Sabía que vendrías!
—¿Y cómo lo sabías? —pregunta él, agachándose para mirarla a los ojos.
—Porque tú eres un héroe —responde con una sonrisa gigantesca, como si fuera lo más obvio del mundo.
Lanzo una mirada a Logan, esperando un comentario sarcástico, pero él simplemente sonríe y le revuelve el cabello.
—Haré lo que pueda.
El resto de la tarde pasa entre risas y juegos. Logan se deja llevar por las ocurrencias de Liyara, desde construir fuertes con cojines hasta hacer carreras en el pasillo. Observo desde un lado, asombrada de lo natural que se ve con ella. En un momento, me descubro mirándolo con demasiada atención. Está sin camisa por el calor, el cabello revuelto y, sobre todo, exhibiendo una sonrisa honesta que rara vez he visto. Parece... diferente, más maduro.
Siento que mis mejillas se calientan. Aparto la mirada de inmediato, esperando que nadie lo note.
Cuando el sol se pone, Liyara se queda dormida en el sofá, agotada. Logan se inclina para cubrirla con una manta, y yo lo observo, agradecida.
—Gracias por la ayuda —murmuro, rompiendo el silencio.
—No fue nada —responde, enderezándose—. Es una buena niña. Se nota que la cuidas bien.
Nos dirigimos a la puerta. Justo antes de salir, Logan se acerca a Liyara y besa su frente. Un gesto tan sencillo pero cargado de ternura. Me quedo un instante paralizada. Luego se vuelve hacia mí, con esa sonrisa traviesa en su cara.
—¿Tú también quieres uno?
Lo miro, intentando mantener la compostura.
—No, gracias. Estoy bien.
—¿Segura? —insiste, dando un paso más. Su mirada chispea con diversión—. No quiero que te sientas excluida.
—No me siento excluida, Logan —respondo con sarcasmo—. Pero gracias por la oferta.
Él se inclina un poco, como si fuera a besar mi frente, pero en el último segundo, toma mi mano y besa suavemente mis nudillos, con una especie de reverencia burlona.
—Buenas noches, doctora —dice, antes de salir.
Me quedo en la puerta, con el corazón latiendo más rápido de lo que debería. Cuando finalmente cierro, dejo escapar un suspiro.
—Definitivamente no es un niño —musito para mí.