—Sí, Princesa, los enviaré al palacio mañana mismo por la mañana —prometió la florista, Jennifer—, y un suspiro de alivio escapó de los labios de Soleia.
Finalmente, las negociaciones habían concluido a su favor. Aunque inicialmente Jennifer había estado aterrada de molestar a Soleia con sus comentarios insensibles anteriores, eso pronto se desvaneció mientras comenzaban a discutir los arreglos florales.
El gran alcance de los procedimientos hacía que a Soleia le doliera la cabeza. La florista continuaba insistiendo en sus flores más caras, y Soleia tuvo que plantarse firme y evitar que se saliera con la suya. Su padre y Orión no le habían dado un presupuesto real con el que trabajar, pero Soleia estaría maldita si la familia real gastaba un ojo de la cara en pagar esta boda.
¡Esta ni siquiera era su boda! ¡Esta era una boda para una concubina que se quedó embarazada antes del matrimonio!
Quizás Soleia estaba solo un poquito amargada. ¿Quién no lo estaría?