—¿Perdón? —balbuceó Soleia. Solo las caras de sorpresa de los guardias demostraron que no estaba sola en experimentar cierto tipo de alucinación auditiva—. Orión, debes estar equivocado.
Orión, su actual esposo, ¡casi había insinuado que quería casarse con ella!
Soleia se pellizcó y soltó un pequeño siseo cuando el agudo dolor la obligó a aceptar que no había estado imaginando cosas en su enfermedad.
La cabeza de Orión giró bruscamente y vio la nueva marca roja en su piel. Dejó escapar un bufido de disgusto y volvió su ira hacia los intrusos.
—¿Están todos duros de oído? —exigió de mal humor—. No me había dado cuenta de que el Rey Godwin empleaba idiotas. Me estaré casando con la Princesa Soleia durante la boda.