En su pecho, el corazón traidor de Soleia se saltó un latido. Las orejas le zumbaban y sentía la garganta seca. Todo lo que podía hacer era mirar fijamente el rostro de Orión, sin saber qué decir al respecto.
Orión Elsher era un hombre atractivo, sí. Y cuando no era un tirano psicópata y asesino que sólo tenía ojos para Elowyn, era un hombre decente con el que se podía llevar bien, dejando de lado todos los rencores.
Pero esos rencores lo eran todo, y dejarlos de lado era más fácil decirlo que hacerlo. Las murallas de Soleia estaban construidas y no iban a caerse ante simples palabras melosas y miradas anhelantes. Una y otra vez, Orión Elsher había demostrado que las promesas pueden romperse, y ella no podía confiar en que él cumpliría lo que habían acordado.
Ella colocó una mano en su pecho y suavemente lo empujó hacia atrás. Para un hombre con tanta fuerza, retrocedió fácilmente, permitiéndole a ella establecer la distancia que deseaba entre ellos.