El rostro de Soleia se coloreó y de inmediato intentó deshacerse de su abrazo, maldiciéndose a sí misma internamente por su lengua suelta. Ningún príncipe tomaría bien ser confundido con un caballero común, sin importar lo distinguido que fuera Sir Ralph.
La única ventaja era que no había sido el Príncipe Ricard quien la salvó. No querría escuchar lo que él tendría que decir sobre su error.
—Mi más sincera disculpa, pensé que usted era Sir Ralph… Espero no haberle ofendido —dijo Soleia avergonzada. Tenía que alejarse— ¡quería esconderse en el mismo hueco de árbol en el que estaba Reitan!
—Me voy ahora. Tengo que revisar cómo está Reitan.
Tropezó en su prisa por alejarse y Raziel extendió la mano para estabilizarla.
—Quede tranquila, no me ofendo —dijo Raziel con calma, pero sus pupilas mostraban un destello de diversión. Se giró hacia el hueco del árbol y llamó—. Príncipe Reitan, ya puede salir. Su hermana está muy angustiada por su bienestar.