—Reitan... Reitan... —Soleia susurraba frenéticamente mientras corría hacia adelante, tratando de vislumbrar a su hermano menor a través del follaje. Se maldijo a sí misma por llegar demasiado tarde para despedirlo; ahora, ni siquiera sabía con qué ropa se había adentrado Reitan en el bosque.
¿Habría escogido una túnica verde y marrón para camuflarse con los árboles, o habría elegido un color más llamativo para que pudieran encontrarlo y rescatarlo más fácilmente?
Soleia no tenía manera de saberlo. Solo podía mantener los ojos bien abiertos para cualquier criatura extraña. Había un olor a sangre en el aire que solo se intensificaba cuanto más se acercaba a la fuente de la señal luminosa. Un presentimiento de mal augurio creció dentro de ella.
Un débil grito se ecoó a través del bosque, junto con el sonido de algo, no, alguien, revoloteando. Las hojas crujían ruidosamente, pero no podían ocultar el sonido de jadeos desesperados, ni los lamentables gritos pidiendo ayuda.