Orión ingresó a la enfermería, sus ojos moviéndose rápidamente por la habitación en busca de Soleia. Sus hermanas le habían dicho que se dirigía a la enfermería para que examinaran sus heridas, y también le habían dicho claramente que debería arrepentirse de haber permitido que Soleia corriera hacia el bosque sin vigilancia, aunque le fue imposible evitarlo. Pero él solo mordió su lengua y asintió, sabiendo que sus palabras provenían de un lugar de preocupación.
Una vez más, Ralph fue su salvador. Parecía que no importaba cuánto intentara ayudarla, siempre se quedaba corto. Ahora, todo lo que podía hacer era tratar de alcanzarla.
Sin embargo, parecía que Soleia no se encontraba por ningún lado. La enfermería estaba vacía, excepto por una mujer, la misma mujer que él no quería ver. Elowyn estaba recostada en la cama, su espalda apoyada en varias almohadas muy esponjosas. Parecía estar dormida, por lo que Orión comenzó agradecido a salir, contento de no tener que hablar con ella.