La expresión en los ojos de Ralph solo hizo que el estómago de Soleia se retorciera aún más. El deseo y la excitación se torcieron y germinaron en las profundidades de su cuerpo inferior, y pronto sintió su garganta seca y sedienta, desesperada por probarlo en su lengua.
Los besos compartidos entre ellos habían dejado una marca en la piel de Soleia, y cada centímetro de ella ansiaba más. ¿Cómo había sido tan tímida y asustadiza antes, y tan escandalosa ahora?, no tenía idea. Todo lo que Soleia sabía era que Ralph había activado un interruptor dentro de ella, la había envenenado con pensamientos de él, y todo lo que quería era caer más y más bajo su control.
—Ralph... —murmuró, su nombre danzando en su lengua.
Por otro lado, Ralph estaba igual de fascinado por la canción y la danza del diablo que Soleia ponía en escena. Pensamientos pecaminosos recorrían su mente, y cierta parte de su cuerpo se agitaba cuando su nombre se escapaba de sus labios.