Soleia lanzó una rápida mirada a la multitud, que la observaba fijamente a ella y al recién llegado. Nunca habían visto a un miembro de la familia real en carne y hueso, así que sería difícil para ellos identificarlo a plena luz del día, y mucho menos en la oscura noche con solo linternas para iluminar. Gracias a Dios por eso. Si averiguaban quién era el recién llegado, podría haber una histeria colectiva, y Soleia apenas podría mantener su identidad como princesa en secreto. Echó un vistazo a Ralph, solo para verlo apretar la mandíbula. Su expresión era pétrea, muy diferente de la felicidad que había mostrado durante el baile. Como él no respondía, Soleia respondió en su nombre.
—Por supuesto, señor Rick —dijo Soleia, inventando rápidamente un nombre. Sonrió temblorosamente—. Nunca rechazaría una visita tuya.
Ante sus palabras, Ralph pareció recuperar el sentido. Carraspeó.