Soleia yacía en su cama, dando vueltas, tratando en vano de volver a dormirse para poder al menos abordar este nuevo enigma al día siguiente con la cabeza despejada. Por todas las cuentas, debería haber estado cansada. Pero cada vez que cerraba los ojos, recordaba las palabras de Raziel, atormentando su mente como una pesadilla de la que no podía despertar.
Señor Ralph, su querido y dulce esposo, a quien creía no ser más que un caballero con tierras, podría ser en realidad nada menos que el príncipe ilegítimo de Raxuvia, el Príncipe Rafael. La mera idea le revolvía el estómago de ansiedad. Desesperadamente no quería creer sus palabras, pero los puntos se estaban uniendo para formar una imagen bastante condenatoria.
Y Ralph ni siquiera estaba aquí para defenderse. La había dejado sola en medio de la noche a pesar de prometer quedarse con ella antes de que se durmiera.