Un escalofrío recorrió la columna de Soleia al escuchar las palabras de Raziel. Él la estaba estudiando, pero aunque su incomodidad debería ser más que evidente, no dejó de hablar. Si acaso, notó su intriga. Y sabía que había captado su atención.
—Tuvimos muchos más hermanos creciendo —explicó Raziel—, pero la vida en el palacio puede ser competitiva cuando hay uno o demasiados herederos. Con el paso de los años, murieron uno por uno o dejaron el reino y renunciaron a su derecho al trono para dedicarse a otras cosas en la vida. Pensamos que Rafael sería igual, hasta hace poco.
El nombre flotó en el aire, suave pero inconfundible. Ella se quedó helada. Una sensación peculiar le apretó el pecho como un hilo tenso. Ese nombre... ¿por qué le parecía que lo había escuchado antes? Sus ojos verdes parpadearon con algo no dicho, su respiración se entrecortó levemente. Le roía los bordes de la memoria, elusivo pero persistente, como una palabra en la punta de la lengua.