Rebelión contra el cielo - Part 7

CAPÍTULO 7: MIEDO A LA MUERTE

El dolor seguía punzando en el cuerpo de Ryuusei. Su respiración era entrecortada, su pecho subía y bajaba frenéticamente mientras intentaba procesar lo que acababa de ocurrir. La Muerte no solo había enviado a la Bestia… también había enviado al Heraldo Negro.

Ya no era una cacería.

Era una ejecución.

—Quiere acabar con esto —murmuró Ryuusei entre dientes—. Quiere verme muerto cuanto antes.

A su alrededor, el paisaje estaba devastado. Columnas de humo se elevaban sobre los escombros, y las grietas en el suelo eran testigos mudos del combate. Frente a él, la figura del Heraldo Negro permanecía inquebrantable, su espada de obsidiana descansando sobre su hombro. Su capa oscura ondeaba como una sombra viviente, y su presencia exudaba una calma perturbadora.

—Te estás demorando demasiado —dijo el Heraldo con voz grave y distorsionada—. Termina de morir, humano.

Ryuusei levantó su martillo. Sus brazos temblaban, pero no podía rendirse.

—¡Voy a resistir! —rugió, lanzándose al ataque.

El choque fue inmediato. La espada y el martillo colisionaron con una fuerza capaz de partir el cielo. Ondas de choque destruyeron los árboles cercanos, y el suelo se fragmentó en mil pedazos. Ryuusei se teletransportó repetidamente, atacando desde distintos ángulos, pero el Heraldo predecía cada movimiento con escalofriante facilidad.

—Aburrido —susurró el Heraldo, bloqueando cada golpe con un solo brazo.

—¡Cállate! —bramó Ryuusei, sintiendo cómo su furia crepitaba dentro de él.

Pero entonces, el Heraldo cambió de estrategia.

—Cuando acabe contigo, iré por tu familia.

El martillo de Ryuusei se detuvo en el aire.

—Voy a arrancarles los órganos uno por uno. A hacerlos gritar mientras los despedazo lentamente.

El estómago de Ryuusei se hundió como si lo hubieran arrojado a un abismo. Su respiración se volvió errática. Un sudor frío le recorrió la espalda.

Miedo.

El Heraldo lo notó… y sonrió con sadismo.

—Ah… Así que este es tu verdadero miedo.

Ryuusei intentó moverse, atacar, pero su cuerpo no respondió. Su mente estaba atrapada en la imagen de su familia siendo masacrada.

Y en ese instante, el Heraldo golpeó.

Un impacto demoledor lo alcanzó en el estómago. Fue como si cinco camiones lo hubieran embestido a la vez. Sus huesos crujieron. La sangre brotó de su boca. Su cuerpo salió despedido, atravesando un árbol y destrozándolo en el proceso.

Cayó al suelo en convulsiones. Su respiración era errática, sus ojos desenfocados. El dolor era insoportable. Su conciencia se tambaleaba.

La Muerte se acercaba.

El Heraldo avanzó lentamente, disfrutando cada segundo de su agonía.

—Se acabó —susurró, alzando su espada para el golpe final.

El filo negro descendió.

Ryuusei intentó moverse, pero su cuerpo no respondía. Sus músculos gritaban de dolor. Su mente, sin embargo, solo tenía un pensamiento.

No quiero morir.

Un estallido de luz interrumpió el ataque.

El Heraldo se detuvo, frunciendo el ceño. Giró la cabeza.

Ryuusei, apenas consciente, también miró.

Algo más había entrado en escena.

Y entonces, la tierra tembló con la llegada de una presencia aún más monstruosa.

La Bestia.