Capítulo 28: EL Infierno de Daichi
Daichi jadeó, su pecho subía y bajaba con rapidez. El dolor era un incendio en su muslo y rodilla, pero su cuerpo ya comenzaba su macabra regeneración. Los huesos se realineaban con un sonido nauseabundo, la piel se cerraba como si devorara el aire y la sangre dejaba de brotar, solo para formar una capa fresca de escarlata pegajoso sobre su piel.
Ryuusei río con deleite.
—Esto es maravilloso… —susurró, inclinándose sobre él, con los ojos encendidos de excitación—. Puedo romperte todas las veces que quiera… y volverás a ser como nuevo.
Antes de que Daichi pudiera reaccionar, Ryuusei tomó la daga nuevamente y la deslizo con frialdad sobre su abdomen. Un corte limpio y profundo. La sangre brotó en borbotones oscuros, deslizándose por su torso como serpientes viscosas. Daichi ahogó un grito, sintiendo cómo el filo ardía en su piel, pero eso era solo el preludio de su tormento.
—Sigamos probando… —Ryuusei susurró con entusiasmo mientras introducía los dedos en la herida abierta, hundiendo sus manos dentro de la carne caliente.
Los gritos de Daichi llenaron la habitación, estridentes, desgarradores, como el canto de un animal moribundo. Ryuusei sonrió, sintiendo el calor y la viscosidad entre sus dedos, retorciendo los músculos expuestos con una perversión casi hipnótica.
Retiró la mano, cubierta de sangre y fluidos internos, y se limpió con parsimonia en la camisa de su víctima.
—Dime, ¿alguna vez te has preguntado qué se siente cuando tus huesos se separan de tu carne?
Daichi apenas tuvo tiempo de procesar esas palabras antes de que Ryuusei tomara un cuchillo de sierra. La hoja dentada brilló bajo la tenue luz antes de hundirse en su brazo.
Despacio.
Diente por diente, dejando que cada desgarro se hundiera en la médula de su víctima.
La carne se rasgó en capas, la piel cedió con un sonido repugnante, los tendones chasquearon como cuerdas rotas y el hueso rechinó bajo la presión de la sierra.
El metal raspaba sin piedad, arrancando jirones de carne mientras Ryuusei trabajaba con paciencia, disfrutando cada instante.
—¿Sabes? En la serie que mencioné, a Theon le cortan partes importantes… —susurró con diversión—. Tal vez deberíamos seguir esa tradición.
Ryuusei se inclinó hacia él, disfrutando del terror puro en los ojos de Daichi. El filo se hundió un poco más.
—Pero aún no hemos llegado a eso. Primero, juguemos un poco más.
Se levantó, paseó entre las sombras y regresó con un soplete. La llama azul iluminó su rostro con un brillo perverso.
Daichi intentó moverse, pero sus fuerzas estaban drenadas.
—Esto te va a gustar… —murmuró Ryuusei antes de acercar el fuego a la herida abierta en su abdomen.
El dolor fue indescriptible. La piel se retorció bajo el calor abrasador, chamuscándose, ennegreciéndose, llenando la habitación con un hedor insoportable a carne quemada. Daichi arqueó la espalda, tratando de escapar del tormento, pero estaba demasiado débil.
—Vamos, no te desmayes aún —susurró Ryuusei, apagando el soplete y dándole una palmada en la mejilla ensangrentada—. Apenas estamos empezando.
Daichi respiraba con dificultad. Su cuerpo ya sanaba, pero el dolor persistía, como un eco ardiente en cada terminación nerviosa.
Ryuusei chasqueó la lengua con diversión.
—Eres resistente… pero quiero ver hasta dónde llegas.
Se alejó por un momento y regresó con un par de tenazas.
—¿Sabes qué tienen en común los cobardes como tú? —preguntó, jugueteando con la herramienta en el aire—. Siempre están dispuestos a traicionar… pero jamás están listos para pagar el precio.
Sin previo aviso, hundió las tenazas en la boca de Daichi y atrapó uno de sus dientes frontales.
Los ojos de Daichi se abrieron de par en par.
—Por favor… —logró murmurar entre jadeos.
Pero Ryuusei solo sonrió.
—Por favor, ¿qué? ¿Que me detenga? ¿Que tenga piedad? —preguntó con falsa dulzura—. ¿Como la que tú tuviste conmigo cuando me abandonaste?
Y con un movimiento brutal, arrancó el diente de raíz.
Daichi se sacudió con violencia mientras la sangre llenaba su boca y el dolor explotaba en su cráneo. Ryuusei sostuvo el diente entre sus dedos y lo observó con interés antes de arrojarlo al suelo.
—Uno menos. —Se encogió de hombros—. ¿Cuántos crees que puedas perder antes de que tu lengua no pueda pronunciar una sola palabra?
Daichi apenas pudo responder. Su respiración era errática, su cuerpo temblaba sin control.
—Oh, no te preocupes… —Ryuusei sonrió mientras tomaba otra vez las tenazas—. Lo descubriremos juntos.
Y con eso, la habitación se llenó de nuevo con los alaridos de Daichi, mezclados con la risa enferma de su captor.