Estefanía se veía cansada por el recorrido, pero no decía nada, solo se dedicaba a mirar a Joan y seguir sus pasos, él se da cuenta y la invita a descansar, se sientan bajo un árbol.
Joan miraba con disimulacion a Estefanía, tenía sus palabras armadas para decirle lo que sentía, lo que había callado desde esa mañana que la vio por primera vez, sus sentimientos estaban posados en la mesa para que ella los tomara y decidiera que hacer, estaba totalmente entregado a la situación, quería ser lo más suave posible con sus palabras para que ella pudiera aceptar con facilidad lo que sentía, la sensación de perderla con tan solo con dos palabras lo invadía y volvia a empezar, comenzaba de nuevo a rearmar las palabras de una forma diferente.
—Joan.
—Si.
Le responde apresurado como si de golpe tocará la realidad de nuevo luego de estar ausente.
—¿Que habrá después de la muerte?.
—No se, creo que nada, solo descansas, como si durmieras, creo que hasta llegariás a soñar y sabrás que ya no estás.
—Eso es lindo, yo creo que soñaría todo el tiempo contigo.
Esas palabras no sabía cómo llegar a tomársela, no quería distorsionar y malentender lo que ella dijo.
—¿Podría desahogarme contigo?.
Ella pronuncia esas palabras mientras se esconde entre sus rodillas.
—¿Claro, somos amigos, no?.
—Quería contarte por que tengo este trauma, nunca llegue a decírselo a nadie, pero quería que lo supieras.
—Esta bien, te voy a entender.
—Lorena... No es mi hermana.
—¿Enserio? Juraría que si lo eran, son tan parecidas.
—Cuando nací, mis padres tenían catorce y diesiseies años, ellos no me querían tener, luchaban porque no naciera, pero mi abuelo se los impedía, él decidió separarse de mi madre y no lo volví a ver, cuando nací mi madre siempre me culpo por lo de mi padre, ella no quiso hacerse cargo de mí y solo vivía en fiestas, me crío mi abuelo solo.
Su tono de voz se tornaba triste y apagado.
—Él falleció cuando tenía siete años y mi madre comenzó hacerse cargo de mí, ella me pegaba y me gritaba todo el tiempo, me culpaba siempre de cualquier cosa, una vecina vio y escuchaba cómo me trataba y llamo a la policía, ellos le dijeron que me llevarían a un orfanato y le quitarían la custodia, lo que más me duele es que ella no se esforzó para detenerlos, solo me veai con una sonrisa, mientras yo lloraba.
Su voz se volvía más melancolica debido al tema que estaba tratando.
—Tenía ocho años cuando conocí a Lorena, ella tenía quince años. En el orfanato la pasé peor que en mi casa, ningún niño quería jugar conmigo porque decían que yo estaba infectada y con piojos, así que solo se escapaban de mí cuando aparecía. En la noche nos visitaban unos señores y jugaban con nosotras...
Su mirada cambiaba cuando empezó a hablar de eso, él sabía que algo no andaba bien.
-Ellos no querían soltarnos, nos tapaban la boca y comenzaban... A... Tocarnos.
Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas mientras su voz comenzaba a romperse, cada vez tenía menos fuerza, no hacía falta más palabras, con eso era suficiente para entender el porqué de su terrible trauma.
—Era así casi todas las noches, la única persona quien me ayudaba era Lorena, ella era mi pilar todos los días, no me despegaba de ella, pasaron dos años y la situación era la misma, cada noche lo mismo, conocimos a un señor llamado Néstor, él era ayudante en el orfanato, Lorena se llevaba bien con él , era una persona que escuchaba, nos llegamos a encariñar, él sabía la situación que estábamos viviendo y Lorena le pedía que nos adoptará así podíamos salir de ese lugar hasta que ella cumpliera los diesiocho y se haría cargo de nosotros, él nos salvó de ese lugar y escapamos de ellos, pasaron unos pocos meses y ella se hizo cargo de nosotros, le agradezco tanto a Néstor cómo a Lorena por haberme sacado de ese infierno.
Joan queda enmudecido a semejantes palabras, no quería ser cliché con sus frases, ya que no ayudaría en nada, no quería decir lo típico sin sentido.
—No hace falta que me digas nada, solo con haberme escuchado es más que suficiente para mí. Solo quería que lo supieras.
Él le acaricia la cabeza mientras le da las gracias por haber confiado en él, era muy duro tener que contarle esa historia, es la primera vez que lo hacía.
Luego de unos minutos en silencio deciden seguir su rumbo hacia el árbol, Joan no podía dejar de pensar en sus palabras, cuando llegan se dan cuenta que habían sido los últimos en llegar, por el escándalo que hacía Nicol era evidente que ella había ganado.
Todos se sientan a comer.
Ellos llegaron a sacarse ese peso con el que cargaban ya no había más mentiras entre ellos, las distancia se había acortado enormemente, excepto por Joan que aún guardaba esas palabras que había armado en las noches de insomnio cuando de casualidad comenzaba a pensar en ella.
Alex M. Martínez