Mira detenidamente el número de teléfono. Una sensación de felicidad le inunda el cuerpo. Coge el móvil y abre la aplicación de llamadas con incredulidad. Marca el número esperando una respuesta inmediata, pero no la obtiene. Mira la pantalla del móvil y observa cómo unas palabras en blanco resaltan sobre un fondo negro: "Línea ocupada".
(Mierda, alguien se me ha adelantado), pensó.
Lo intenta de nuevo, pero nada; el mismo mensaje vuelve a aparecer. Durante una hora no para de llamar, pero el resultado no cambia: nadie responde. Al acabar la última llamada, se fija en la hora que marca el móvil: 01:00 AM. Si vuelve a llamar, seguramente molestará a la otra persona.
Con un poco de tristeza, agarra el móvil, apaga la luz de la cocina y enciende la linterna para iluminar el pasillo hasta llegar a su cuarto. Si alguien lo viera, parecería un fantasma sosteniendo un farolillo que deambula por la casa en busca de su próxima víctima.
Abre la puerta y la luz de la linterna envuelve toda la habitación. No es un dormitorio extremadamente grande, más bien parece la mitad de una gran habitación. La luz deja ver una cama en el centro, una estantería llena de libros a la derecha y, a continuación, un armario. Junto a él, un escritorio con varios papeles encima, pero con la luz actual no se puede distinguir su contenido.
Cierra la puerta y enfoca la luz hacia la cama, donde se encuentran dos mesitas de noche a los lados. Apaga la linterna del móvil y lo deja sobre la mesita de la derecha. Sin cambiarse de ropa, pega un salto, cayendo sobre la cama y rebotando en ella. Con un sentimiento de tristeza y resentimiento, cierra los ojos e intenta conciliar el sueño.
Un sonido lo despierta. Se gira lentamente en dirección a la fuente del ruido y se percata de que es su alarma.
La apaga y observa de reojo la hora: 9:00, seguido de "lunes". Un suspiro sale de su boca. (A quién le gustan los lunes...) Un recuerdo del arrendador aterriza en su mente. (Observa el móvil que sostiene en sus manos).
—Por intentarlo otra vez no se pierde nada —se dice a sí mismo mientras marca el número.
En el silencio de la mañana, el sonido del móvil marcando envuelve el ambiente, haciéndolo un poco más tenso.
—¿Hola?
Raúl no reacciona. No esperaba que alguien a quien estuvo llamando durante horas respondiera de manera tan despreocupada.
—¿Hola? —se oye una entonación de duda en la voz del interlocutor.
—Buenos días, buenos días… No me esperaba que contestara —su sorpresa se nota en el tono de su voz.
—Buenos días, ¿necesita algo? —sus palabras expresan extrañeza y desconfianza.
—Llamaba por el anuncio de la cabaña. ¿Sigue disponible?
—Claro, ¿la vas a alquilar?
—Me gustaría hacerlo, pero quiero saber más detalles sobre su estado actual. Por ejemplo, ¿dónde está el baño?
—Bueno, bueno, puedes acercarte al pueblo que está cerca de la playa El Perro Viejo.
Al escuchar esas palabras, mira la hora. (El pueblo está a una hora de aquí...), piensa para sí mismo.
—Tardaría una hora en llegar hasta el pueblo, si no le impo...
—No se diga más. Vente al pueblo y almorzamos como Dios manda. Uno no puede pensar con el estómago vacío —dice riendo al terminar la frase.
—¿Dónde quedamos?
—En el Restaurante de la Abuela, ahí te espero.
La persona del otro lado cuelga la llamada sin dar tiempo a realizar más preguntas, y lo más importante: ni siquiera se despide. (Observa el móvil.) La comisura de su labio derecho se levanta, dejando ver una media sonrisa.
Se levanta rápidamente de la cama, alzando los pies para impulsarse un poco. Luego se agacha y estira el brazo por debajo de la cama.
Saca una maleta negra con un estampado de flores hawaianas. La abre, mostrando su interior lleno de toda clase de ropa, desde calcetines hasta camisetas blancas de tirantes. Lo único que incorpora es un cargador de móvil, un cepillo de dientes, un tubo pequeño de pasta dental y un par de billetes que guarda en un bolsillo camuflado en el lado derecho de la maleta.
Comprueba dos veces que tiene todo lo necesario en la maleta, cierra la puerta y revisa dos veces que esté bien cerrada.
Por el camino, va pensando en las preguntas que le hará a ese tipo, sobre todo la del baño. Se acerca a un coche azul, no muy grande, cuyo interior puede verse a través de las ventanas. En su interior hay una tabla de surf blanca con bordes azulados y una línea naranja que la cruza de un lado a otro.
Saca las llaves del bolsillo, abre el maletero y guarda con cuidado la maleta. Se sienta en el asiento del conductor, ajusta los espejos, se abrocha el cinturón, introduce las llaves y arranca el coche...
Y arranca el coche...
El coche no hace ningún ruido.