el miedo puede ser tu peor enemigo

Era un lunes por eso del medio día un hombre alto se me hacerco intenté caminar más rápido pero me alcanzó me dijo muchas cosas insinuantes, y lo le di un golpe el me lo regreso con el doble de fuerza sentí que mi rostro estaba perdiendo la sensibilidad, el dolor era inimaginable nunca me avían golpeado ni siquiera mi familia, y tampoco e peleado sus amenazas eran muy feas como si no hacía lo que el quería me trataría de ladrona tenía un reloj de alto valor la cual usaría como objeto robado.

El miedo me paralizaba. Sus manos alrededor de mi brazo, sus palabras amenazantes… No podía respirar, no podía pensar. Solo sentía el terror, la vulnerabilidad, la impotencia. Intenté alejarme, pero su agarre era demasiado fuerte. Las lágrimas comenzaron a brotar, borroneando mi visión. No sabía qué hacer, a quién pedir ayuda. En ese momento de desesperación, solo pensé en Daniel.

Y entonces, lo vi. Corriendo hacia nosotros, su rostro lleno de furia, su cuerpo impulsado por una adrenalina incontrolable. Gritó, "¡Aléjate de ella!", su voz resonando en el silencio del campus. Fue como si un rayo de esperanza hubiera atravesado la oscuridad del miedo. Su furia, su valentía, me llenaron de una fuerza que yo misma no tenía.

El hombre se giró, sorprendido por su aparición. Daniel no dudó. Lo golpeó, una y otra vez, con una fuerza y una determinación que me dejaron sin aliento. No era el Daniel dulce y cariñoso que conocía, sino un protector feroz, un guerrero que luchaba por mí. Lo vi golpear al hombre sin piedad, hasta que quedó tendido en el suelo, sin fuerzas para levantarse. Mi miedo se transformó en paz y admiración.

Las lágrimas brotaron de nuevo, pero esta vez, eran lágrimas de culpa, de arrepentimiento. ¿por qué no puedo ser más fuerte? Me acerqué a él, su cuerpo jadeante, su rostro lleno de una mezcla de furia y agotamiento.

Lo abracé con fuerza, sintiendo su cuerpo temblar contra el mío. Su abrazo era cálido, protector, pero también sentía su dolor. Había arriesgado todo por mí, había usado la violencia, había perdido el control, . Y en ese momento, comprendí la magnitud de mi debilidad. Había puesto en riesgo su seguridad, su bienestar, su futuro, todo por un miedo de una chica que no puede cuidarse de si misma.

En ese abrazo, en ese silencio compartido, sentí la profundidad de su amor, la fuerza de su protección, la magnitud de su sacrificio. Y en medio de la culpa y el arrepentimiento, encontré un amor aún más profundo, un amor que había superado la prueba del miedo, la ira, y la violencia.

"No sé que será de Daniel y si lo expulsan por mi culpa si el se va de la universidad yo me iré con el".