Un plan ingenioso

El insomnio me carcomía. La imagen de Daniel, derrotado y desconsolado, se repetía una y otra vez en mi mente. Su expulsión de la universidad era mi culpa, una pesada losa de culpabilidad que me aplastaba. Tenía que hacer algo, tenía que reparar el daño que había causado. Tenía que luchar por él, por nuestro futuro, por nuestro amor.

Me levanté de la cama, la habitación aún sumida en la oscuridad de la madrugada. Necesitaba un plan, una estrategia, una forma de arreglar las cosas. Empecé a caminar de un lado a otro, mi mente trabajando a toda velocidad. Tenía que encontrar una solución, una forma de convencer a la universidad de que Daniel merecía una segunda oportunidad. Pero ¿cómo? ¿Qué podía hacer?

Revisé los documentos relacionados con la expulsión de Daniel, buscando alguna falla, alguna inconsistencia que pudiera explotar. Analicé el informe policial, buscando alguna manera de demostrar que había exagerado, que no había sido una agresión real. Busqué precedentes, casos similares donde la universidad hubiera reconsiderado su decisión. Pero todo parecía inútil. La decisión de la universidad parecía irrevocable, definitiva.

Entonces, se me ocurrió una idea. Una idea arriesgada, audaz, pero que podría funcionar. No se trataba de convencerlos con argumentos morales o legales, sino con algo que la universidad entendía mejor: el dinero. Mi familia tenía recursos, una influencia que podía utilizar para presionar a la universidad. Podríamos ofrecer una donación significativa, una inversión en la universidad a cambio de la reincorporación de Daniel. Sería una negociación, una transacción, pero era la única forma que veía para reparar el daño que había causado.

Pero también tenía que preparar a Daniel. Tenía que explicarle mi plan, obtener su apoyo, su consentimiento. Tenía que convencerlo de que valía la pena luchar, de que no estaba solo. Tenía que darle la esperanza que yo misma había perdido. Esa mañana, preparé un desayuno especial, su favorito. Mientras desayunábamos, le conté mi plan, mi estrategia. Al principio, se mostró reacio, desanimado. La idea de que mi familia "comprara" su reincorporación le parecía degradante, injusta. Pero al ver mi determinación, mi arrepentimiento, mi amor, su actitud cambió. Me dio su apoyo, su apoyo pero con dudas en el se veía el temor en sus ojos sobre todo por qué no se caían tan bien. Juntos, enfrentaríamos este nuevo desafío. Juntos, lucharíamos por su futuro, por nuestro futuro. Juntos, repararíamos el daño que yo había causado. La lucha sería larga, difícil, pero con su amor como mi guía, con su fuerza como mi escudo, sabía que podríamos hacerlo. Sabía que juntos, podríamos ganar. La idea de usar el dinero de mi familia me repugnaba, pero era el único camino que veía para reparar mi error y asegurar el futuro de Daniel. Era una transacción sucia, pero necesaria. Por él, haría cualquier cosa.