atraparla, pero antes , ocultos en las torres y ruinas arrojaran a ese calabozo? Pensé que la miseria acabaría contigo, pero parece que tienes más suerte de lo que esperaba.
Baroh chasqueó la lengua, como si la conversación le
—No lo animes, —le murmuré. Lo último que necesitaba era que Tyrius y Jeeves se unieran. Que Dios me ayude.
—Las calles están desiertas en tu pequeño pueblo humano, —observó Jeeves, reduciendo su sonrisa. Su cabello brillaba como si tuviera un halo sobre su cabeza mientras pasamos bajo una luz de la calle—. Excepto por nosotros. Extraño, ¿no crees?
Rodé mis ojos.
—Guau, observador y, sin embargo, todavía un idiota, —le dije irritada. Si no encontrábamos la manera de recuperar a Jax, tal vez tendría que matar a Jeeves solo para callarlo.
Necesitaba percibir mi entorno para tener una idea de la magnitud del problema de las hadas y el constante chachareo de Jeeves estaba debilitando mis sentidos. Aunque era nacida ángel, podía sentir el tirón de las energías demoníacas como un ángel, sentirlo en mis huesos, en mi núcleo. Pero cuando trataba de utilizar mis sentidos buscando energías familiares, frías y demoníacas, no percibía nada, solo el frío regular en el viento y el silencio, espeluznante y antinatural, del tipo que hacía que los pelos de mis brazos se elevaran y mi piel se enfriara.
Jeeves se encogió de hombros y movió su mirada de vuelta a la calle.
—Solo estaba haciendo una observación. Podríamos haber llegado demasiado tarde, —dijo el jinni.
—Eso es genial, Jeeves, —le dije, sacudiendo la cabeza, odiando a este jinni un poco más con cada palabra que decía—. Gracias.
No quería discutir con el jinni, pero resultaba que a Jeeves le encantaba hacerlo.
Aparentemente se había representado a él mismo en la mayoría de sus casos en la corte de demonios. Sí, ahora sé que, en el Inframundo, los demonios tienen tribunales penales reales. Diablos.
Estaba cansada, helada y mis nervios estaban tan tensos como las cuerdas de una guitarra. Descubrir que Jeeves andaba en el cuerpo de Jax esta noche había sido difícil de sobrellevar. Finalmente habíamos recurrido a tomar un taxi a Hurstdale, cubriendo las esposas de Jeeves con mi bufanda gris de repuesto. No había necesidad de llamar la atención humana no deseada… aunque a juzgar por las apariencias, parecía que no teníamos que preocuparnos por ser vistos.
Estaba a solo veinte minutos de mi casa. Le pedí al conductor que nos dejara a unas cuadras de distancia para que pudiéramos explorar la zona mientras intentábamos llegar sin ser notados.
Página 56 Tener a Jeeves caminando a mi lado resultaba ser un estrés añadido a toda la situación de las hadas. Incluso esposado, caminaba con ese estilo confiado, muy parecido al verdadero Jax. Detrás de esos ojos verdes, podía ver su mente trabajando, calculando sus opciones de fuga antes de que pudiera agarrarlo. Caminaba como un hombre con un plan, un hombre que estaba dos pasos por delante de todos los demás. Resultaba irritante como el infierno.
Podría ser Jeeves controlando el cuerpo de Jax, pero el jinni todavía llevaban la cara de Jax con todo y sus expresiones, y eso hacía que pudiera leerlo con suficiente facilidad.
El jinni era un problema, y sabía que eventualmente nos traicionaría. El problema era que no sabía cuándo.
Después de un momento de dichoso silencio, Jeeves dijo:
—Tengo que ir.
Dejé salir una risa simulada.
—No vas a ninguna parte, jinni.
—Así es. Eres nuestra perra, —dijo Tyrius, y pude sentir la sonrisa en su voz. Amaba a ese gatito.
—Me malinterpretas, —respiró Jeeves mientras se detenía y me enfrentaba—. Tengo que ir, ¿sabes…?, a drenar el lagarto… vaciar la vejiga… Parpadeé una vez y luego parpadeé de nuevo.
—Creo que acabo de sentir vómito en mi boca.
Jeeves levantó la ceja izquierda.
—Necesito usar el lavabo de los niños… —¡Sí! Puedo ver la imagen… literalmente. —Levanté las manos, exasperada, tratando de borrar la imagen mental de Jeeves orinando—. ¿Estás bromeando?, ¿lo estás? Porque estoy esperando una excusa para golpear tu trasero. ¿Eso es lo que quieres? ¡Dime!
Jeeves levantó las manos esposadas en señal de rendición.
—Cálmate, amor. Solo necesito ir al baño. ¿Es eso un crimen hoy en día?
—Sus ojos se ensancharon—. Este cuerpo humano tiene necesidades. Comer y orinar… un poco de sexo. Bueno no, déjame corregir eso, mucho sexo… —¿¡Quieres callarte!? —Bajé la voz cuando me di cuenta de que casi gritaba. Me froté las sienes, tratando de calmar mi estruendoso y repentino dolor de cabeza.
—Me está empezando a gustar este jinni, —se rio Tyrius, lo que solo me hizo enojar más.
Página 57 —Voy a necesitar ayuda con… —Jeeves miró hacia abajo en su entrepierna.
Oh diablos no… —Si estás a punto de pedirme que te ayudé con… con eso, —le dije con el rostro hirviendo—, te voy a matar. Voy a matarte, lo juro.
Jeeves se rio, y me di cuenta de que estaba bromeando.
—Creo que puedo hacerlo solo, amor, pero agradecería un poco de privacidad. Tal vez detrás de ese edificio de allí… —De ninguna manera. —Azoté mi espada del alma—. No te voy a dejar fuera de mi vista. Necesitas ir, entonces puedes hazlo justo ahí, al lado de la farola. —Sabía que orinar en público estaba en contra de las leyes humanas, pero Jeeves era un demonio, así que pensé que las leyes humanas lo pasarían por alto esta vez.
Jeeves perdió su sonrisa.
—Vamos, amor. ¿Harías que Jax orinara aquí como un perro?
Me acerqué a su cara.
—O lo haces allí, o puedes hacerte en tus pantalones. No me importa.
—No es la muerte, Jeeves. Veo perros que lo hacen todo el tiempo, — ofreció Tyrius—. Es muy simple. Solo tienes que levantar la pierna, guardar el equilibrio y disparar.
—Gracias, Tyrius, —le dije, rodando los ojos. Esta definitivamente no estaba siendo mi noche. Miré a Jeeves—. Solo date prisa. ¡Y deja de llamarme amor!
Volví la cara hacia un lado, pero aún podía ver a Jeeves en mi línea de visión. Si trataba de huir, lo atraparía en un segundo. Sentí una risa histérica elevándose por mi garganta, pero la sofoqué. Esta era una de las noches más raras de mi vida.
Esperé mientras Jeeves terminaba, y luego todos continuamos hacia el restaurante.
Ahí fue cuando vi el primer cuerpo.
Al principio pensé que era una bolsa de basura negra, pero cuanto más nos acercamos, el olor de la sangre y las entrañas se elevó en el viento, y más parecían ser los restos desmenuzados de una persona.
El cuerpo estaba en muy mal estado, extendido sobre un charco de su propia sangre, tripas y trozos de ropa. Sabía dónde estaba la cabeza, pero el cuerpo estaba tan destrozado que no sabía si estaba mirando a una mujer o a un hombre. La luz de la luna se reflejaba en la caja torácica, y pude ver inexperta. Y sobre todo… demasiado sentimental.
—Voy a necesitar ayuda con… —Jeeves miró hacia abajo en su entrepierna.
Oh diablos no… —Si estás a punto de pedirme que te ayudé con… con eso, —le dije con el rostro hirviendo—, te voy a matar. Voy a matarte, lo juro.
Jeeves se rio, y me di cuenta de que estaba bromeando.
—Creo que puedo hacerlo solo, amor, pero agradecería un poco de privacidad. Tal vez detrás de ese edificio de allí… —De ninguna manera. —Azoté mi espada del alma—. No te voy a dejar fuera de mi vista. Necesitas ir, entonces puedes hazlo justo ahí, al lado de la farola. —Sabía que orinar en público estaba en contra de las leyes humanas, pero Jeeves era un demonio, así que pensé que las leyes humanas lo pasarían por alto esta vez.
Jeeves perdió su sonrisa.
—Vamos, amor. ¿Harías que Jax orinara aquí como un perro?
Me acerqué a su cara.
—O lo haces allí, o puedes hacerte en tus pantalones. No me importa.
—No es la muerte, Jeeves. Veo perros que lo hacen todo el tiempo, — ofreció Tyrius—. Es muy simple. Solo tienes que levantar la pierna, guardar el equilibrio y disparar.
—Gracias, Tyrius, —le dije, rodando los ojos. Esta definitivamente no estaba siendo mi noche. Miré a Jeeves—. Solo date prisa. ¡Y deja de llamarme amor!
Volví la cara hacia un lado, pero aún podía ver a Jeeves en mi línea de visión. Si trataba de huir, lo atraparía en un segundo. Sentí una risa histérica elevándose por mi garganta, pero la sofoqué. Esta era una de las noches más raras de mi vida.
Esperé mientras Jeeves terminaba, y luego todos continuamos hacia el restaurante.
Ahí fue cuando vi el primer cuerpo.
Al principio pensé que era una bolsa de basura negra, pero cuanto más nos acercamos, el olor de la sangre y las entrañas se elevó en el viento, y más parecían ser los restos desmenuzados de una persona.
El cuerpo estaba en muy mal estado, extendido sobre un charco de su propia sangre, tripas y trozos de ropa. Sabía dónde estaba la cabeza, pero el cuerpo estaba tan destrozado que no sabía si estaba mirando a una mujer o a un hombre. La luz de la luna se reflejaba en la caja torácica, y pude ver Página 58 marcas de dientes lo suficientemente afilados como para roer el hueso. Debías tener mandíbulas muy fuertes para atravesar huesos humanos de esa forma.
A primera vista, parecían los restos del ataque de hombres lobo que había visto en Hillsdale, Michigan, hacía dos años. El hombre lobo acababa de transformarse y no había sido capaz de controlar sus impulsos salvajes durante su primera luna llena. Terminó matando a una familia de cuatro, rasgándolos y destrozándolos hasta que apenas quedaba piel en sus huesos.
Este cuerpo se veía así.
Aparte del hedor de sangre y tripas, no olía a pinos, a tierra o a perro mojado, el olor familiar de los hombres lobo. Tenía un dulce olor a bastones de caramelo y miel mezclado con azufre. Hadas.
Tyrius saltó de mis hombros y aterrizó cerca del cuerpo.
—¿Todavía tienes hambre de una hamburguesa dulce y jugosa? — Preguntó a Jeeves, que parecía que estaba a punto de vomitar.
Interesante. Un demonio al que no le gustaba ver sangre. Esa sí que era una novedad.
Tyrius olió a lo largo del cuerpo, con cuidado de no meter sus patas en la sangre y las entrañas. Una cosa que sabía con seguridad era que los Baals eran como gatos reales y odiaban ensuciarse.
—Tiene hedor de hada por todas partes, —dijo el gato siamés y luego maldijo—. Las hadas hicieron esto.
—Mentira. Las hadas son más civilizadas, —dijo Jeeves, con la cara pálida mientras se movía alrededor del cuerpo hasta colocarse junto a la cabeza.
—¿Civilizadas? ¡Comen gatos! No hay nada civilizado en eso, —se erizó Tyrius, abriendo sus ojos azules y aplanando sus orejas sobre la cabeza. Su cola se sacudió detrás de él como si quisiera atacar al jinni. Bien hecho, niño.
La cara de Jeeves estaba retorcida.
—Matan con habilidad, con cuchillas y flechas. Sus movimientos son controlados, precisos. No destrozan a sus enemigos como perros rabiosos… y ciertamente no comen carne humana.
—Supongo que ahora lo hacen. —Pensé en el joven hombre lobo—. Tal vez son las nuevas hadas, las que la reina acaba de crear, puede que no puedan controlar sus impulsos de matar. Tomemos como ejemplo un nuevo hombre lobo. Si el hombre lobo que lo convirtió no está ahí para entrenarlo y guiarlo, por lo general terminan cometiendo una oleada de asesinatos. No pueden controlar su instinto básico de matar. —Mi pecho se apretó mientras miraba las rodajas de carne junto al cuerpo, y no estaba segura de a qué parte Página 59 pertenecían—. Han cruzado la línea. Están matando humanos ahora, y no les importa quién los vea.
Tyrius movió las orejas alrededor de su cabeza, pensativo.
—Creo que estás en lo correcto. Y si eso es cierto, es aún peor de lo que pensábamos, porque lo único que es peor que una horda de hadas que comen gatos es una horda de hadas que comen humanos.
Mi pulso se aceleró mientras el miedo me sacudía. ¿Había sabido la reina que esto le pasaría a las hadas recién convertidas? ¿Sabía que estaba preparando un grupo de hadas que comían humanos?
Me volví hacia Jeeves.
—Sabes de magia y piedras mágicas, ¿verdad? ¿Crees que si destruimos la Gracia Blanca revertiría la maldición? Los humanos a los que transformó, ¿cambiarían?
Jeeves mantuvo sus ojos en los muertos.
—No estoy tan seguro de que puedas, como dices, destruir la Gracia Blanca. Esto es magia, mucho más elevada de la que yo puedo hacer. Por lo que sé, creo que esta piedra no puede ser destruida, pero expirará una vez que su poder se haya agotado.
Mis labios se apretaron mientras pensaba en lo que dijo.
—¿Y si matamos a la reina?
Jeeves apartó los ojos del cuerpo y me miró con expresión pensativa.
—Esta es una magia extensa, una maldición muy poderosa. No es el embrujo o encantamiento de ocultación normal como los glamures, que puedes revertir con un simple hechizo, —concluyo sacudiendo la cabeza.
—Pero ¿es posible? —Presioné, esperando tener razón—. Si ella es la conexión entre los humanos y la piedra, entonces cuando ella muere, ¿también lo hace la maldición?
—Tal vez, —se encogió de hombros y luego añadió—, pero no puedo estar seguro.
Un sentimiento frío me golpeó de repente, y no era el viento de septiembre. Mi piel se erizó frente al cambio en el aire, como si me hubieran lanzado pequeñas corrientes eléctricas. Maldije mientras sentía el tirón de la oscuridad mezclado con el aroma de caramelos y huevos podridos.
Hadas. Y un montón de ellas.
Aparecían de entre los rincones oscuros y las sombras. Venían a nosotros en un borrón de extremidades retorcidas, garras y colmillos. Se movían con rapidez animal, rostros pálidos y ojos negros hambrientos. Pude sentir algo diferente en estas hadas inmediatamente. Las hadas oscuras eran una clase de Página 60 mestizos, y eso significaba que también eran parte humana, pero estas se movían de manera diferente, más como animales, con sus espaldas dobladas ligeramente hacia adelante y sus cabezas quebrándose de lado a lado, como si trataran de evaluarnos. Sus rostros estaban más demacrados, sus pómulos más altos y los ojos eran ligeramente más grandes y angulares que los de las hadas regulares.
No había nada humano en esta masa de hadas. Eran monstruos.
—Prepárate, —le dije mientras sacaba mi espada de muerte—. Aquí viene el proyecto de ciencias de la reina.
Y luego una marea de aullidos y garras cargó hacia nosotros.