CAPÍTULO 5

L 7 a luna llena brillaba por encima de nosotros parcialmente cubierta por alguna nube al azar que se deslizaba por el aire como un velo etéreo.

La ciudad de Hurstdale se veía plateada bajo su luz, a pesar de la oscuridad que acechaba en su interior. No olía a lluvia, pero hacía frío, y me alegré mucho de haberme tomado el tiempo de cambiarme la ropa mojada.

Era una noche perfecta para matar hadas.

Mis botas golpeaban el pavimento mojado lleno de hojas amarillas, naranjas y rojas. Las calles estaban vacías, la oscuridad se precipitaba rápidamente llenando los espacios no iluminados por las farolas. Inhalé profundamente. Olía a hojas húmedas, tierra y hierba recién cortada.

Hurstdale era un pequeño pueblo con una población de unas tres mil personas. Había luces en las ventanas, pero no había nadie en las calles ni en la cafetería que acabábamos de pasar. Era como si todo el mundo hubiera empacado, yéndose a toda prisa.

Estaba angustiada, mi conciencia me tiraba en todas direcciones. Mi corazón se aceleraba al recordar lo fácil que había sido para la reina de la Corte Oscura convertir a una mujer humana en un hada. El hada recién nacida me había mirado con ojos salvajes y oscuros, como si hubiera perdido toda su humanidad con el cambio, o como si nunca hubiera sido humana.

Horripilante.

Le había mandado un mensaje a Danto en cuanto llegamos, pero nunca contestó. Incluso después de llamar y dejar dos mensajes, el vampiro nunca volvió a llamar. No era una buena señal.

—¿Te dijo Danto dónde estaba? —Tyrius me acercó su cara al cuello. Sus heridas habían sanado para cuando salimos de mi apartamento, pero todavía tenía curiosidad y me preocupaba cómo las había obtenido.

—Dan's Diner, —le dije y frunciendo el ceño ante la sonrisa en la cara de Jeeves—. Esta es la calle. El restaurante no debería estar demasiado lejos.

Página 54 —¿Crees que todavía alcancemos servicio de hamburguesas en este restaurante? —Preguntó Jeeves—. Estoy hambriento. Me encantaría hundir mis dientes en una jugosa hamburguesa, bombeada con hormonas y esteroides.

Volví la vista al jinni mientras caminábamos.

—No pensé que los jinnis necesitaran comer. Aparte de alimentarse de almas humanas, que es lo que hacen los demonios, ¿no es así?, ¿justo antes de morir? ¿Y lo qué intentabas hacerme a mí también?

Mi rostro se calentó cuando recordé como casi nos habíamos convertido en amantes. Jeeves me habría matado después de tener sexo. Bastardo. Eso me enojaba mucho.

Jeeves arrugó la cara inocentemente.

—Soy un demonio, amor, —dijo con falsa modestia—. Está en mi naturaleza querer alimentarme de los vivos. No puedes culparme por eso.

—También está en tu naturaleza ser un idiota, —dijo Tyrius, con la voz agria.

—No necesito comer comida humana, —continuó Jeeves como si Tyrius no lo hubiera insultado—. Pero Jax sí. Y chico, déjame decirte, el hombre es voraz. Necesito comer o no seré muy eficaz.

Me fijé en el rostro del jinni. Parecía más saludable que cuando vi a Jax la última vez, pero no tenía idea de si Jeeves había comido algo dese que había vuelto del Inframundo. No confiaba en él, pero tampoco quería enfermar a Jax.

—Tiene sentido, —dijo Tyrius, respondiendo por mí—. Si está poseyendo el cuerpo de Jax, el cuerpo humano necesita comer. Sin embargo, el jinni sigue siendo un idiota.

—No quieres que tu precioso Jax muera de hambre. ¿O sí? —Dijo Jeeves, con sus piernas largas dando grandes zancadas a mi lado—. Estos trajes humanos son blandos y débiles. Si no los alimentas constantemente, eventualmente se deterioran y mueren.

—Cállate. —Me tensé y resistí el impulso de abofetear su cara sonriente.

Golpearlo no ayudaría a mi causa, aunque realmente quería hacerlo. Suprimí mis emociones y dije—: Te traeré algo de comer, ¿de acuerdo? Deja de hablar para que pueda concentrarme. No puedo pensar con tu constante bla, bla, bla.

Una sonrisa satisfecha enroscó las esquinas de los labios de Jeeves.

—Gracias, amor. Sabía que podía contar contigo.

Apreté los dientes al oír reír a Tyrius.

Página 55 —No lo animes, —le murmuré. Lo último que necesitaba era que Tyrius y Jeeves se unieran. Que Dios me ayude.

—Las calles están desiertas en tu pequeño pueblo humano, —observó Jeeves, reduciendo su sonrisa. Su cabello brillaba como si tuviera un halo sobre su cabeza mientras pasamos bajo una luz de la calle—. Excepto por nosotros. Extraño, ¿no crees?

Rodé mis ojos.

—Guau, observador y, sin embargo, todavía un idiota, —le dije irritada. Si no encontrábamos la manera de recuperar a Jax, tal vez tendría que matar a Jeeves solo para callarlo.

Necesitaba percibir mi entorno para tener una idea de la magnitud del problema de las hadas y el constante chachareo de Jeeves estaba debilitando mis sentidos. Aunque era nacida ángel, podía sentir el tirón de las energías demoníacas como un ángel, sentirlo en mis huesos, en mi núcleo. Pero cuando trataba de utilizar mis sentidos buscando energías familiares, frías y demoníacas, no percibía nada, solo el frío regular en el viento y el silencio, espeluznante y antinatural, del tipo que hacía que los pelos de mis brazos se elevaran y mi piel se enfriara.

Jeeves se encogió de hombros y movió su mirada de vuelta a la calle.

—Solo estaba haciendo una observación. Podríamos haber llegado demasiado tarde, —dijo el jinni.

—Eso es genial, Jeeves, —le dije, sacudiendo la cabeza, odiando a este jinni un poco más con cada palabra que decía—. Gracias.

No quería discutir con el jinni, pero resultaba que a Jeeves le encantaba hacerlo.

Aparentemente se había representado a él mismo en la mayoría de sus casos en la corte de demonios. Sí, ahora sé que, en el Inframundo, los demonios tienen tribunales penales reales. Diablos.

Estaba cansada, helada y mis nervios estaban tan tensos como las cuerdas de una guitarra. Descubrir que Jeeves andaba en el cuerpo de Jax esta noche había sido difícil de sobrellevar. Finalmente habíamos recurrido a tomar un taxi a Hurstdale, cubriendo las esposas de Jeeves con mi bufanda gris de repuesto. No había necesidad de llamar la atención humana no deseada… aunque a juzgar por las apariencias, parecía que no teníamos que preocuparnos por ser vistos.

Estaba a solo veinte minutos de mi casa. Le pedí al conductor que nos dejara a unas cuadras de distancia para que pudiéramos explorar la zona mientras intentábamos llegar sin ser notados.

Página 56 Tener a Jeeves caminando a mi lado resultaba ser un estrés añadido a toda la situación de las hadas. Incluso esposado, caminaba con ese estilo confiado, muy parecido al verdadero Jax. Detrás de esos ojos verdes, podía ver su mente trabajando, calculando sus opciones de fuga antes de que pudiera agarrarlo. Caminaba como un hombre con un plan, un hombre que estaba dos pasos por delante de todos los demás. Resultaba irritante como el infierno.

Podría ser Jeeves controlando el cuerpo de Jax, pero el jinni todavía llevaban la cara de Jax con todo y sus expresiones, y eso hacía que pudiera leerlo con suficiente facilidad.

El jinni era un problema, y sabía que eventualmente nos traicionaría. El problema era que no sabía cuándo.

Después de un momento de dichoso silencio, Jeeves dijo:

—Tengo que ir.

Dejé salir una risa simulada.

—No vas a ninguna parte, jinni.

—Así es. Eres nuestra perra, —dijo Tyrius, y pude sentir la sonrisa en su voz. Amaba a ese gatito.

—Me malinterpretas, —respiró Jeeves mientras se detenía y me enfrentaba—. Tengo que ir, ¿sabes…?, a drenar el lagarto… vaciar la vejiga… Parpadeé una vez y luego parpadeé de nuevo.

—Creo que acabo de sentir vómito en mi boca.

Jeeves levantó la ceja izquierda.

—Necesito usar el lavabo de los niños… —¡Sí! Puedo ver la imagen… literalmente. —Levanté las manos, exasperada, tratando de borrar la imagen mental de Jeeves orinando—. ¿Estás bromeando?, ¿lo estás? Porque estoy esperando una excusa para golpear tu trasero. ¿Eso es lo que quieres? ¡Dime!

Jeeves levantó las manos esposadas en señal de rendición.

—Cálmate, amor. Solo necesito ir al baño. ¿Es eso un crimen hoy en día?

—Sus ojos se ensancharon—. Este cuerpo humano tiene necesidades. Comer y orinar… un poco de sexo. Bueno no, déjame corregir eso, mucho sexo… —¿¡Quieres callarte!? —Bajé la voz cuando me di cuenta de que casi gritaba. Me froté las sienes, tratando de calmar mi estruendoso y repentino dolor de cabeza.

—Me está empezando a gustar este jinni, —se rio Tyrius, lo que solo me hizo enojar más.

Página 57 —Voy a necesitar ayuda con… —Jeeves miró hacia abajo en su entrepierna.

Oh diablos no… —Si estás a punto de pedirme que te ayudé con… con eso, —le dije con el rostro hirviendo—, te voy a matar. Voy a matarte, lo juro.

Jeeves se rio, y me di cuenta de que estaba bromeando.

—Creo que puedo hacerlo solo, amor, pero agradecería un poco de privacidad. Tal vez detrás de ese edificio de allí… —De ninguna manera. —Azoté mi espada del alma—. No te voy a dejar fuera de mi vista. Necesitas ir, entonces puedes hazlo justo ahí, al lado de la farola. —Sabía que orinar en público estaba en contra de las leyes humanas, pero Jeeves era un demonio, así que pensé que las leyes humanas lo pasarían por alto esta vez.

Jeeves perdió su sonrisa.

—Vamos, amor. ¿Harías que Jax orinara aquí como un perro?

Me acerqué a su cara.

—O lo haces allí, o puedes hacerte en tus pantalones. No me importa.

—No es la muerte, Jeeves. Veo perros que lo hacen todo el tiempo, — ofreció Tyrius—. Es muy simple. Solo tienes que levantar la pierna, guardar el equilibrio y disparar.

—Gracias, Tyrius, —le dije, rodando los ojos. Esta definitivamente no estaba siendo mi noche. Miré a Jeeves—. Solo date prisa. ¡Y deja de llamarme amor!

Volví la cara hacia un lado, pero aún podía ver a Jeeves en mi línea de visión. Si trataba de huir, lo atraparía en un segundo. Sentí una risa histérica elevándose por mi garganta, pero la sofoqué. Esta era una de las noches más raras de mi vida.

Esperé mientras Jeeves terminaba, y luego todos continuamos hacia el restaurante.

Ahí fue cuando vi el primer cuerpo.

Al principio pensé que era una bolsa de basura negra, pero cuanto más nos acercamos, el olor de la sangre y las entrañas se elevó en el viento, y más parecían ser los restos desmenuzados de una persona.

El cuerpo estaba en muy mal estado, extendido sobre un charco de su propia sangre, tripas y trozos de ropa. Sabía dónde estaba la cabeza, pero el cuerpo estaba tan destrozado que no sabía si estaba mirando a una mujer o a un hombre. La luz de la luna se reflejaba en la caja torácica, y pude ver