Volviendo a casa

El pecho de Kael subía y bajaba con fuerza, su respiración entrecortada por la adrenalina aún presente en su cuerpo. Miró a los tres cuerpos inconscientes frente a él, su mente zumbando con una sensación desconocida, una mezcla embriagadora de poder y excitación. Lo había hecho. Había peleado, había ganado. Y quería más.

Sus ojos bajaron a los dispositivos de los matones. En un mundo donde los créditos lo eran todo, dejar a estos tipos inconscientes sin aprovechar la oportunidad sería una estupidez. Se arrodilló y empezó a manipular sus implantes de transferencia. Era un programador experto, robar sus créditos era cuestión de segundos.

Unas líneas de código manipuladas en la interfaz y…

Transferencia completa. Saldo obtenido: 4,350 créditos.

Una suma más que decente. Mucho más de lo que podía ganar en semanas.

Se puso de pie y miró al anciano Eldon y al niño Tariq. Los dos lo observaban con ojos entre agradecidos y recelosos. Kael suspiró y tomó parte de los créditos.

—Tomen esto. —Extendió su mano con la transferencia activada—. Pero no le digan a nadie. ¿Entendido?

El viejo miró la suma, sorprendido. Era más de lo que podía ganar en meses vendiendo chatarra. Sus ojos volvieron a Kael con cautela.

—¿Por qué…?

—Porque me equivoqué. —Kael hizo una pausa y fingió incomodidad—. La verdad es que estaba drogado. No sé qué me pasó, simplemente perdí la cabeza y reaccioné como lo hice. No quiero que esto me traiga problemas, así que no hablen de ello. ¿Está claro?

Eldon miró a Tariq, luego de vuelta a Kael. Finalmente asintió lentamente.

—Está bien… No diremos nada.

Kael no esperó más. Dio media vuelta y se marchó del Cementerio de Chatarra, con la mente aún en llamas por todo lo que acababa de ocurrir.

No volvió a casa de inmediato. Sus pensamientos se enredaban en su cabeza como un enjambre de cables defectuosos. ¿Debía contarle a su hermana? ¿Cómo podía explicarle lo que le había pasado? ¿Cómo podía proteger su identidad?

Sus pasos lo llevaron sin rumbo por los suburbios de la ciudad. Pasó por calles plagadas de neón y sombras, donde los mendigos escarbaban entre la basura y las pandillas observaban desde los rincones oscuros. Llovía. No era una lluvia normal, sino la lluvia ácida que carcomía los techos más viejos y hacía arder la piel si uno se exponía demasiado tiempo.

Siguió caminando. Sin darse cuenta, el día se convirtió en noche.

El hambre lo golpeó como una punzada en el estómago. Tenía dinero. Más dinero del que había tenido en mucho tiempo. Se permitió un pequeño lujo antes de volver a casa: una cena decente para su hermana.

Entró a un local de comida rápida en una zona un poco menos deprimente. "NeoBites", un restaurante automatizado que servía comida impresa en 3D con ingredientes sintéticos de primera calidad. Ordenó dos hamburguesas de carne cultivada, papas fritas reales—un lujo casi extinto—y dos batidos de chocolate.

Cuando llegó a casa, su hermana lo estaba esperando en la puerta. Su rostro estaba pálido de preocupación.

—¡Kael! ¿Dónde demonios estabas? —Lo miró de arriba abajo—. ¿Por qué estás empapado? ¿Y qué es esa comida…?

Kael le tendió la bolsa con la cena sin mirarla a los ojos.

—Lo siento. Perdí la noción del tiempo. Fui al Cementerio de Chatarra y encontré algunos circuitos valiosos. Los vendí y compré esto.

Su hermana frunció el ceño, claramente desconfiada.

—Eso no tiene sentido. Nunca has encontrado algo que valga tanto…

Kael forzó una sonrisa.

—Tuve suerte esta vez.

Su hermana lo miró fijamente, pero finalmente suspiró y tomó la bolsa con la comida.

—No vuelvas a hacerme esto. Pensé que algo te había pasado.

Kael la miró en silencio. Algo le había pasado. Algo que ni él mismo entendía del todo.

Mientras comían en silencio, su mente no dejaba de repetir una sola pregunta:

¿Y ahora qué?

Kael se acostó en su desvencijado colchón, con la vista fija en el techo de la pequeña habitación que compartía con su hermana. La cena ya había terminado, y el aroma de la comida aún flotaba en el aire, mezclándose con la humedad del ambiente. Su hermana dormía profundamente en la cama de al lado, su respiración acompasada, ajena al torbellino de pensamientos que lo consumía.

Cerró los ojos, pero en su mente la escena del vertedero se repetía una y otra vez como un eco inquebrantable. La brutalidad con la que había golpeado a aquellos matones, la sensación de poder que había recorrido su cuerpo, la adrenalina palpitando en sus venas. Pero luego vino la comprensión. Había cometido un grave error.

Los tipos a los que había atacado habían visto su rostro. No descansarían hasta encontrarlo y vengarse. Tal vez ya estuvieran movilizando contactos, pidiendo ayuda a otros marginados más peligrosos o, peor aún, vendiendo información a la gente equivocada. Kael no era nadie en ese mundo, pero ahora había llamado la atención de las personas equivocadas. Su miedo más profundo no era por él mismo, sino por su hermana. Si lo descubrían, si averiguaban quién era, su vida y la de ella estarían en peligro.

Apretó los dientes y activó mentalmente el visor del Anti-Héroe. Una respuesta apareció de inmediato en la oscuridad de su mente, una sentencia fría y absoluta:

"Eliminación de amenazas identificadas. Incremento en estadísticas garantizado."

La solución era clara. Definitiva. Tenía que matarlos. Solo así podría asegurarse de que no volvieran a buscarlo. Solo así protegería a su hermana.

Sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Matar? No era un criminal. Nunca había matado a nadie. ¿Cómo se suponía que debía hacerlo? Su corazón latía con fuerza, una mezcla de terror y excitación reptaba por su piel. La voz dentro del visor no dudaba, no tenía emociones, no le daba otra alternativa. Si quería sobrevivir, si quería asegurar su anonimato, debía actuar.

Pero cruzar esa línea significaba dejar atrás todo lo que una vez fue. No habría vuelta atrás.

Kael respiró hondo y, por un momento, consideró ignorar la advertencia del visor. Tal vez estaba exagerando, tal vez los matones lo olvidarían y buscarían una presa más fácil. Pero otra voz dentro de él, más pragmática, más oscura, le recordaba que en ese mundo los débiles morían y los fuertes sobrevivían.

Entonces, otro mensaje apareció en su visor, como si el sistema hubiera leído su incertidumbre:

"Nueva habilidad desbloqueada: Cambio de aspecto. Con el tiempo, podrás modificar tu apariencia y desaparecer sin dejar rastro."

Kael sintió un peso aliviarse en su pecho. No tendría que pasar su vida escondiéndose. Eventualmente, podría empezar de nuevo con otra cara, otro nombre. Pero para eso, tenía que atar los cabos sueltos.

Volvió a mirar a su hermana, ajena a todo. Si no hacía lo necesario, ella pagaría el precio de su indecisión.

Con una decisión temblorosa pero firme, cerró los ojos y empezó a planear cómo terminaría lo que había comenzado.