8- Rumbo a Loguetown

8- Rumbo a Loguetown

Luego, Kara se quedó mirando a un lado mientras los marines sacaban a los hombres pez de los escombros del Arlong Park destruido.

—Señora, encontramos a Arlong y a su tripulación. Solo falta el espadachín pulpo, Hacchi —informó un soldado mientras los demás continuaban con la extracción de los prisioneros.

—Está bien, ese tipo tiene un conocido bastante molesto. Déjenlo ser —respondió Kara con indiferencia—. Y Arlong… aunque me gustaría matarlo, Jinbei es un buen tipo y le debo una, así que simplemente envíenlo a Impel Down.

—¡Sí, Señora! —dijo el oficial al mando antes de apresurarse a cumplir la orden.

Kara desvió la mirada y señaló a Zoro y Coby, que estaban de pie sin hacer nada.

—Por cierto, tráiganme un par de uniformes para estos dos.

Zoro frunció el ceño al escucharla.

—¿Tengo que usar ese uniforme? —preguntó con evidente disgusto.

Coby, por su parte, no dijo nada. En cambio, estaba visiblemente emocionado. Desde que se unió al viaje de Kara, había seguido vistiendo su ropa normal y sentía que aún no podía considerarse un marine de verdad sin su uniforme.

—No te quejes, es mucho mejor que tu ropa —dijo Kara con un tono burlón—. Además, está diseñada para la lucha, será incluso más cómoda. Cuando lleguemos a Loguetown, buscaremos un sastre de la Marina para que te haga un traje que te guste, pero solo si logras ascender a cabo capturando piratas. Hasta ahora, solo llevas uno… más o menos.

Después de todo, aunque Zoro venció a Kuro, Kara lo había atrapado antes. Sin embargo, decidió dejarle el mérito.

El rango de cabo era el mínimo necesario para poder personalizar el uniforme siempre y cuando llevara la insignia de la Marina. Además, los sastres de la Marina confeccionaban las mejores prendas para el combate: resistentes y cómodas.

Para Kara, la ropa que usaba Zoro parecía la de un pordiosero, toda remendada y gastada.

—Tsk… bien —gruñó Zoro, aceptando a regañadientes el uniforme que le entregó un soldado. Se marchó a cambiar y regresó con una camisa blanca y un pantalón azul nuevo. No obstante, se negó a usar la gorra y la corbata azul, y Kara le permitió hacer lo que quisiera con esos detalles.

Coby, en cambio, vestía el uniforme completo con orgullo y alegría, tanto que parecía al borde de las lágrimas.

—¡Gracias, vicealmirante Kara! Me esforzaré en ser el mejor marine —dijo, haciendo un saludo militar—. Y, en el futuro, me convertiré en almirante…

Aunque lo último lo dijo en voz baja, Kara lo escuchó y sonrió sin decir nada. Ya conocía el sueño de Coby.

—Tengo que admitir que esta ropa es bastante buena para luchar —comentó Zoro mientras estiraba la tela con la mano, evaluando su resistencia.

—Bien. Andando. Ustedes espérenme en el buque, iré enseguida —ordenó Kara, despidiéndose momentáneamente de los marines y dirigiéndose al pueblo.

—¿Qué vas a hacer con tu hermanito? —preguntó Zoro mientras la seguía tranquilamente.

—Solo voy a saludarlo y luego nos vamos. Tenemos mucho que hacer y poco tiempo.

Después de unos minutos de caminata, Kara, Zoro y Coby llegaron al pueblo, donde se celebraba una gran fiesta. Luffy comía como loco junto a su tripulación, como si se hubiera olvidado por completo de la presencia de Kara.

Ella sonrió al verlo.

—¿Usted viene por Luffy, cierto? —Gin, que estaba sentado bajo un árbol, se puso de pie de inmediato al verla llegar. Apretó con fuerza sus tonfas, aunque en el fondo sabía que no tenía ninguna posibilidad contra la mujer que tenía enfrente.

—¿El seguidor de Krieg, eh? —dijo Kara, clavando su mirada en la de Gin, como si pudiera ver a través de él—. Espero que sigas a Luffy con orgullo y no intentes traicionarlo, porque serás enviado con tu exjefe antes de que puedas darte cuenta.

Expulsó parte de su aura mágica, y Gin fue el único que la sintió. Tembló, cayó de rodillas y apenas pudo levantar la cabeza.

—Vámonos —dijo Kara, dándose la vuelta y alejándose.

—¿No vas a ver a tu hermanito? —preguntó Zoro.

—Nah, déjalo disfrutar. Ya lo molestaré otro día —respondió con tranquilidad.

Gin, aún en el suelo, seguía esforzándose por levantar la cabeza, pero de repente la presión desapareció. Cuando miró de nuevo, Kara ya no estaba.

De regreso en el barco, los soldados se cuadraron de inmediato al verla aparecer.

—¡Señora vicealmirante!

Zoro y Coby, en cambio, fueron lanzados a un lado.

—¡Oye! —protestó Zoro al aterrizar.

—Vamos a la rama 16, ahí tomaré otro buque para Loguetown —dijo Kara tranquilamente mientras sacaba un asiento de algún lugar y se sentaba en el borde del buque para pescar.

—¡Sí, señor! —saludó rápidamente el capitán y enseguida comenzó a dar órdenes.

—¡Ouch! —se quejó Coby mientras se levantaba, tocándose el chichón de la cabeza.

—Maldita bastarda —se quejó Zoro mientras se incorporaba con dolor.

Luego se fue a buscar un lugar donde no molestaría para entrenar. Por suerte, un buque de la Marina tenía todo lo necesario para entrenar a los novatos, ya que suelen pasar bastante tiempo en el mar.

Después de un par de días, en los que cambiaron de buque para ir directo a Loguetown, también se encontraron con varios barcos piratas. En cada encuentro, Kara lanzaba a Zoro para que los derrotara y así adquiriera los méritos necesarios para su ascenso.

Coby, por su parte, todavía estaba bastante débil como para pelear siquiera con un simple enemigo, por lo que siguió entrenando en el buque con pesas en sus brazos y piernas.

Así, después de cuatro días, llegaron al fin al pueblo del principio y el fin: Loguetown. El lugar donde Gold Roger nació y fue ejecutado.

En el muelle ya había bastantes marines esperando, y liderándolos estaban Smoker y Tashigi.

—¡Saludos, inspectora Kara! —dijo rápidamente Tashigi mientras saludaba junto a los demás soldados.

—¿Bastarda, te dejaron salir de Marineford? —dijo molesto Smoker sin siquiera saludar a Kara.

—¿Por qué siempre que te veo tienes esa cara tan gruñona, Humitos? Deberías tener más respeto con la inspectora de la central —dijo Kara mientras se acercaba con una sonrisa.

—Ya quisieras —respondió Smoker, mientras todos los soldados, incluida Tashigi, empezaban a temblar de miedo ante la falta de respeto de su jefe hacia alguien enviado desde la central.

—Tsk, tsk, Smoker, necesitas... —Mientras hablaba, algo llamó la atención de Kara. Se detuvo un momento, miró a un lado y luego desapareció.

Segundos después, reapareció con las manos llenas de golosinas y nubes de azúcar.

—¿En qué estaba?… Bueno, no importa. Asciende a este idiota a cabo. Nos quedaremos una semana antes de partir —dijo Kara mientras se llenaba la boca de golosinas.

Los soldados quedaron congelados en sus lugares.

—¿No se supone que tú, como vicealmirante, puedes ascender a alguien hasta el rango de alférez? Hazlo tú —preguntó Smoker, molesto, viendo a Kara comer.

—Sengoku me sacó ese derecho cuando ascendí al falso Ojo de Halcón versión mono crounch —respondió Kara sin dejar de comer.

Normalmente, Kara era bastante ordenada y pulcra cuando comía, pero eso no tenía nada que ver cuando las golosinas estaban de por medio. Luego de estar en el mar tanto tiempo, necesitaba algo de azúcar.

—Bien, enviaré los documentos. No hagas un desastre mientras te quedas —dijo Smoker rápidamente.

Después de todo, Smoker y Kara se conocían desde hacía tiempo. Tuvieron un par de encuentros cuando ambos eran cadetes.

Por alguna razón, a Kara le gustaba molestarlo. Según ella, quería ver si su cabeza se convertía en humo cuando se enojaba.

Algunos decían que Smoker se había ido al East Blue solo para mantenerse alejado de Kara.

—Claro, claro. Mientras voy a ver si tienes algo ilegal escondido —dijo Kara, avanzando tranquilamente junto a Smoker.

—Perdón, ¿pero esa espada puede ser Wado Ichimonji? Si lo es, ¿me la puedes mostrar? —preguntó Tashigi, quien, al salir de su sorpresa, rápidamente le prestó atención a Zoro… o más bien, a su espada.

—¿Wado? —preguntó Zoro sin siquiera saber el nombre de su propia espada, mientras quedaba sorprendido por el parecido de Tashigi con Kuina.

—Solo existen 21 espadas de este tipo. ¿Cómo la conseguiste? Ah, perdón, yo soy Tashigi. Ven, sígueme, te mostraré dónde está la base —dijo rápidamente, sin dejar de hablar.

—Claro —respondió Zoro. De todas formas, tenía que ir al mismo lugar, y Kara había vuelto a desaparecer, así que era mejor seguir a Tashigi.

La cual, por cierto, habló todo el camino sobre espadas.

—Hablando de espadas, necesito conseguir dos más —dijo Zoro, deteniendo los comentarios de Tashigi.

—¿Dos más? —preguntó Tashigi, mirándolo confundida.

—Así es. Uso el estilo de tres espadas, pero las otras dos fueron destruidas —respondió Zoro—. ¿Conoces alguna tienda de espadas? —preguntó nuevamente.

—¡Claro! Sígueme —respondió alegremente Tashigi, guiándolo a la tienda donde habían dejado su espada para mantenimiento.

—Ahora que lo pienso, hay un cazarrecompensas que también va por ahí cargando tres espadas —dijo Tashigi, buscando algo para conversar.

—¿Con que un cazarrecompensas? —respondió Zoro mientras seguía caminando junto a ella.

—Sí, es alguien famoso. Se llama Roronoa Zoro —dijo Tashigi, recordando el nombre sin saber que lo tenía enfrente.

—Me parece haber escuchado ese nombre —dijo Zoro con una sonrisa.

—Es bastante popular en el East Blue, pero tiene mala reputación. Utiliza sus katanas con fines malvados. No logro comprender por qué la maldad reina en esta era. Los mejores espadachines son piratas o cazarrecompensas, y las katanas más raras terminan en sus manos. Es una pena, ¿no? —dijo Tashigi, deprimida, ya que era una amante de las espadas y no soportaba que estuvieran en manos de malas personas.

—No lo sé, la situación de cada persona es diferente —respondió Zoro tranquilamente mientras escuchaba el parloteo de Tashigi.

—Sea como sea, no me rendiré. Me convertiré en una poderosa espadachina y reuniré todas las katanas que están dispersas por todo el mundo en manos de forajidos. Las 12 espadas supremas, las 21 espadas superiores y las 50 espadas diestras —dijo, levantando el pecho con orgullo—. Arriesgaría mi vida.

—Entonces, ¿mi espada también la quieres? Wado Ichimonji, ¿cierto? —dijo Zoro mientras se detenía un momento para mostrar su espada.

—Aah, bueno… Es que yo deseo tener las mejores katanas, y sobre todo, nunca se la robaría a un compañero marine —respondió rápidamente Tashigi, desinflándose.

—Ya llegamos —dijo de repente, dándose cuenta de que habían llegado a la tienda de espadas.

Mientras tanto, Coby, quien había sido ignorado todo este tiempo, simplemente siguió a los otros marines hasta la base.

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