La ciudad, reducida a escombros, era testigo de la transformación de Kai Solis. Sus pasos resonaban entre los restos de lo que alguna vez fue un hogar, su cuerpo marcado por las cicatrices de su reciente batalla. La Conciencia de Flujo Total le otorgaba una visión sin igual de lo que sucedía a su alrededor, pero aún no dominaba completamente el poder que se había desatado en su interior. Algo en él había cambiado esa noche, y no había vuelta atrás.
A su lado, los rebeldes avanzaban con cautela. No eran muchos, pero la determinación en sus ojos era clara. La misión era simple: infiltrarse en la base del Imperio y sabotear sus suministros. Pero para Kai, cada paso era una prueba. A medida que la adrenalina recorría su cuerpo, sentía cómo el poder que había despertado dentro de él palpitaba, pulsando en cada fibra de su ser. Sabía que no podía depender completamente de él… aún.
Mientras avanzaban entre los escombros, un susurro firme llegó a sus oídos.
—¿Todo listo? —preguntó Ryka, quien había estado caminando a su lado en silencio desde que dejaron el refugio rebelde. Su voz grave como siempre, pero con una leve duda al final de la frase.
Kai no respondió de inmediato. Su mente trabajaba a una velocidad inhumana, procesando cada movimiento a su alrededor, analizando cada posibilidad. Pero el cuerpo, aún imperfecto, no podía seguir el ritmo. La Conciencia de Flujo Total le mostraba los próximos movimientos, pero no era infalible. Había momentos en los que las imágenes se volvían borrosas, como si algo lo frenara. Era frustrante. Pero Kai sabía lo que tenía que hacer.
De repente, una patrulla imperial apareció a la vuelta de la esquina. Dos soldados marchaban con confianza, sin notar la presencia de los rebeldes. El ruido de sus botas resonaba en las ruinas, ignorantes del futuro que les esperaba.
Kai cerró los ojos, respiró hondo, y luego dijo con voz baja, como si estuviera hablando consigo mismo:
—No importa cuán rápido corras, siempre estaré dos pasos adelante.
En su mente, las imágenes comenzaron a formar una secuencia perfecta. Vió cada movimiento de los soldados, cada reacción posible. Y entonces, cuando abrió los ojos, todo sucedió en un parpadeo.
El primero de los soldados levantó la vista, y antes de que pudiera reaccionar, Kai ya estaba sobre él. Un giro de muñeca, un destello de acero. El soldado cayó al suelo, su garganta abierta en un ángulo imposible.
El segundo soldado, atónito, no tuvo tiempo ni para gritar. Kai lo alcanzó en un abrir y cerrar de ojos, deslizándose hacia él con una velocidad inhumana. La hoja de su cuchillo se hundió en las costillas del soldado, y sus ojos se llenaron de puro terror mientras su vida se desvanecía.
—¿Qué demonios...? —murmuró el último soldado, observando la masacre con el rostro palidecido de miedo. Pero ya era demasiado tarde.
Kai, ahora cubierto de sangre, miró a su alrededor con una fría calma.
—Tan fácil… No me sorprende. El Imperio siempre fue débil.
Sin esperar respuesta, se giró hacia los rebeldes, quienes lo observaban con una mezcla de admiración y terror. Sabían que el joven que tenían al lado ya no era el mismo que había entrado a la batalla. Algo más había despertado en él, y ese algo estaba hambriento.
—Estás mejorando... —dijo Ryka con una sonrisa breve, pero Kai pudo ver la duda en su mirada. Los demás también lo observaban, expectantes, preguntándose si realmente estaba listo para lo que vendría.
—Mejorar no es suficiente. —Kai respondió, su voz cargada con una determinación feroz—. No quiero mejorar, quiero destruir. El Imperio caerá, y no será por misericordia. Lo haré arder hasta sus cimientos.
El grupo avanzó, pero Kai se quedó atrás, mirando los cuerpos caídos. Aún sentía la adrenalina corriendo por sus venas.
—Esto fue solo un aviso. El Imperio ni siquiera sabe lo que le espera… —murmuró con voz baja, casi inhumana—. Yo soy la tormenta que arrasará con todo. Y no habrá nada ni nadie que me detenga.
El peso de la ira que cargaba sobre sus hombros era imparable. No era solo el poder lo que lo movía, sino una sed insaciable de venganza. Un camino oscuro que ya no podía abandonar.
—Este es solo el comienzo... —dijo Kai, mirando al horizonte—. La guerra apenas ha comenzado. Y no voy a descansar hasta ver arder el Imperio entero.