La luna iluminaba las ruinas de la antigua ciudad oculta en el bosque. Las estructuras derruidas susurraban historias de un tiempo mejor, ahora sepultadas bajo el peso de los siglos. Kai Solis emergió de la caverna, su respiración aún pausada, pero su corazón latía con fuerza. Había logrado lo que parecía imposible: había sobrevivido a un enfrentamiento con Rael, un guerrero cuya velocidad y técnica desbordaban todo lo que había conocido. Sin embargo, sabía que su lucha no había terminado, que aquello apenas era el principio.
Debo desaparecer antes de que refuercen la seguridad.
A pesar de su pensamiento, algo en su interior le decía que algo más se cernía en las sombras. Su instinto le gritaba que no estaba solo.
De repente, una sombra se movió entre los escombros. En un parpadeo, cuatro figuras encapuchadas aparecieron a su alrededor, rodeándolo con una precisión escalofriante. La amenaza era palpable en el aire. Los asesinos de la orden imperial, expertos en eliminar a aquellos que se oponían al régimen, habían llegado.
La Conciencia de Flujo Total de Kai vibró con intensidad, alertándole de los movimientos inminentes de sus enemigos. Las figuras se alinearon, y la tensión entre ellos era tan densa que podría cortarse con una cuchilla.
—Kai Solis —dijo una voz grave, con un tono que parecía burlarse del miedo—. Has cometido un error al oponerte al Imperio. Tu sangre manchará este suelo.
Kai no respondió. Su mirada fija en sus atacantes, los ojos encendidos por una determinación feroz. Flexionó las piernas, aferró con fuerza su daga, y se preparó. La brisa agitó su capa como si presagiara lo que se avecinaba. Los asesinos desenvainaron sus espadas con movimientos calculados, pero Kai no se movió, no titubeó. Estaba más que preparado.
El primer atacante cargó hacia él, buscando su cuello con una estocada rápida. Kai, como si se hubiera anticipado a la acción, inclinó su cabeza en el último instante y rodó por el suelo, evitando el filo mortal. Mientras rodaba, su cuerpo se giró en el aire, y con una agilidad inhumana, hundió su daga en el hombro del agresor. La sangre salpicó su brazo, pero Kai no hizo caso del dolor ajeno. El hombre soltó un gruñido de dolor, pero Kai no se detuvo. No había tiempo para celebraciones.
Un segundo asesino ya estaba sobre él, con una velocidad mortal.
Kai elevó su brazo, bloqueando un tajo descendente con su daga. La fuerza del impacto lo obligó a retroceder, pero su cuerpo reaccionó rápidamente. Concéntrate, se dijo. Siente el flujo de la batalla.
La esencia de la lucha se desplegó ante él. Su Conciencia de Flujo Total amplificó sus sentidos, ralentizando el tiempo. Vió las trayectorias de los ataques antes de que estos ocurrieran. Giró sobre su eje, esquivando por milímetros una estocada dirigida a su pecho. En un solo movimiento, se deslizó hacia el agresor y, con la precisión de un experto, cortó la arteria de una de las piernas de su atacante. El hombre cayó de rodillas, gimiendo de dolor, pero Kai ya estaba buscando al siguiente.
Los otros dos asesinos lo observaron, sus expresiones tensas. La imagen que tenían de un joven sin experiencia se desmoronó al instante. Sabían que este enemigo no sería fácil de vencer.
Kai exhaló lentamente, levantando su daga con un gesto desafiante.
—Vengan —murmuró con voz baja, casi como una invitación.
Los dos restantes se lanzaron al ataque simultáneamente. Uno buscó su espalda mientras el otro cargaba desde el frente. La trampa mortal estaba en marcha.
Pero Kai no cayó en ella.
Con una flexibilidad asombrosa, dobló su cuerpo hacia adelante y giró su daga en un ángulo que desafiaba la lógica. Con una precisión letal, perforó la garganta de su atacante frontal. La sangre brotó de su cuello, manchando la túnica de Kai, mientras el cuerpo sin vida se desplomaba al suelo.
Sin perder tiempo, Kai giró sobre su eje, su daga aún alzándose con una fluidez que parecía desafiar la naturaleza misma del combate. El último asesino intentó un último corte desesperado, pero Kai lo esquivó, casi con indiferencia, y con un movimiento igualmente fluido, hundió su daga en el costado del hombre. El asesino intentó un último respiro, pero su esfuerzo fue en vano. Cayó, inerte, al suelo.
Silencio absoluto. La batalla había terminado.
Kai se detuvo un momento para recuperar el aliento. Su cuerpo ardía, las cicatrices del combate comenzaban a formarse, pero había sobrevivido. Su mente estaba centrada. Esta victoria era solo una más en su interminable guerra.
Cuando se dispuso a marcharse, el eco de un aplauso retumbó en las ruinas.
—Bravo. No esperaba menos de ti —dijo una voz familiar.
Kai se congeló, la ira y la sorpresa invadiendo sus venas. Esa voz… la reconocía.
De entre las sombras, Rael emergió. Su presencia era aún más imponente que antes, su sonrisa confiada intacta. Su herida del combate anterior estaba vendada, pero su aura de peligro había aumentado exponencialmente.
—Esta vez no escaparás —susurró Rael, desenfundando su espada con una calma inquietante.
El tiempo pareció detenerse por un segundo. Kai apretó los dientes y su mano se cerró alrededor de la daga, sintiendo el peso de la decisión. Este combate sería diferente. La furia en su interior comenzó a elevarse, un rugido silencioso, mientras la sombra de la venganza se cernía sobre él.
Sin embargo, antes de que Kai pudiera avanzar, una figura apareció detrás de Rael. Era Nara, la guerrera de sombras. Su mirada fija en Rael, los ojos ardiendo con una determinación similar a la de Kai. La influencia de la oscuridad parecía envolverla, haciéndola aún más aterradora.
Rael se giró hacia ella, sonriendo con una ligera mueca de desaprobación.
—¿Crees que podrías detenerme, Nara? —preguntó Rael, con la misma arrogancia con la que había hablado siempre.
Pero Nara no respondió. En su lugar, una figura aún más imponente se hizo presente. Era Lucius, el estratega. A su lado, Aurelia se alzaba con la calma de quien ya había contemplado la victoria. Juntos, los aliados de Kai se alinearon, formando una barrera casi inquebrantable contra Rael y su aura peligrosa.
—Este enfrentamiento no te pertenece, Rael —dijo Lucius, su tono tan frío como una daga de hielo. —Aquí no peleas solo contra Kai, sino contra todos los que han decidido luchar por un futuro sin el Imperio.
Rael, en ese momento, comprendió la magnitud del peligro que enfrentaba. Kai ya no era solo un hombre en busca de venganza; era el líder de una resistencia que se alzaba contra el Imperio con una fuerza imparable. Y aunque Rael no temía a la muerte, algo en su interior comenzaba a cuestionar si podría realmente ganar este combate.
Kai, ahora respaldado por sus poderosos aliados, alzó su mirada hacia Rael, su expresión implacable.
—Vas a tener que luchar más que nunca para derribarme —dijo Kai, su voz fría como el acero, mientras su Conciencia de Flujo Total se activaba nuevamente.
Un estallido de energía rodeó el lugar, la batalla estaba por comenzar, y esta vez, sería Kai quien tomaría la delantera.