El cielo de Ciudad Helios se oscureció de repente. El aviso de emergencia resonó en cada rincón de la fortaleza: una Dimensión del Juicio se había abierto sin previo aviso. Algo que nunca había sucedido antes.
Las sirenas aullaban mientras las calles se sumían en el caos. Los cazadores de bajo nivel intentaban organizarse, pero los verdaderos luchadores, los de élite, no estaban preparados para la invasión repentina. La Dimensión "La Cripta del Olvido" ya había desbordado su primera oleada de criaturas: espectros esqueléticos con garras afiladas y ojos brillantes, que devoraban la esencia vital de cualquier ser viviente que tocaran.
Eon Valdrik corrió por las calles estrechas, sintiendo la presión del terror en el aire. No era un cazador experimentado, ni siquiera se consideraba un luchador. Pero sabía que si nadie detenía la Dimensión, la ciudad sería arrasada.
En el centro de la fortaleza, un grupo de cazadores de alto rango intentaba cerrar la Dimensión. Frente a ellos, un hombre de armadura negra sonreía con arrogancia: Varian Duskbane, capitán de los cazadores. Pero en vez de ayudar, había destruido el mecanismo de cierre dimensional.
—¡Varian! —rugó Eon, enfrentándolo. —¡Debemos cerrar la Dimensión antes de que el temporizador llegue a cero!
Varian soltó una carcajada.
—No entiendes nada, chico. La humanidad necesita más que sobrevivir. Necesita evolucionar.
Con un gesto de su mano, un torrente de energía oscura surgió de su cuerpo. La batalla era inevitable.
Eon apenas pudo reaccionar antes de que el primer golpe de Varian lo lanzara contra una pared. Tosía sangre. No era rival para un cazador de su nivel. Pero si no lo detenía, la ciudad caería.
El temporizador marcaba 10 minutos. Las criaturas avanzaban, devorando a los que intentaban escapar.
Un destello surgió dentro de Eon. Algo en su interior despertó.
"Ascensión del Salvador."
Su cuerpo se sintió ligero. La energía que flotaba en el aire comenzó a reunirse a su alrededor. Sus heridas se cerraron y su fuerza aumentó exponencialmente.
Varian frunció el ceño.
—¡Eso es imposible!
Pero Eon ya estaba en movimiento. Su golpe atravesó la defensa de Varian, partiéndole la armadura. En un instante, el traidor cayó al suelo, derrotado.
Con las últimas fuerzas que le quedaban, Eon corrió hasta el mecanismo destruido y, usando su nueva habilidad, absorbó la energía dimensional y la canalizó para sellar la grieta.
El temporizador llegó a cero.
Las criaturas se disolvieron. La Dimensión se cerró.
Silencio.
Eon se tambaleó, jadeante. La ciudad entera lo miraba con asombro. Había detenido el desastre. Se había convertido en la esperanza de Helios.
Así comenzó la leyenda del Salvador.