Al ver la figura del general, Caín mostró una mirada indescriptible. En sus ojos se veía ira, odio y tristeza. Todas esas emociones se denotaban al mismo tiempo en su rostro, arraigadas en su alma, como si fuesen una parte de su ser.
Edward lo notó, pero no dijo nada. Esta vez, no fue por miedo, sino por compasión. Por alguna razón desconcertante, tuvo ese sentimiento.
Los soldados se detuvieron en seco y voltearon hacia la dirección en donde se encontraba el dúo escondido.
Una voz burlona llegó a los oídos de ambos:
"¡Vaya, vaya! No me esperaba encontrarte aquí, y menos con un acompañante. Esa mirada que sentí no fue muy receptiva, no puedo creer que trates así a tus visitantes. Tendré que enseñarte algunos modales para que esta situación no se vuelva a repetir, ¡Fuego!"
Tanques de guerra se materializaron de la nada, lanzando proyectiles explosivos hacia el lugar en el que se encontraban Caín y Edward.
"¡Cúbrete los oídos!" Le dijo el hombre al joven.
Edward no hizo caso omiso y rápidamente se tapó los oídos con ambas manos.
¡Boom! ¡Boom! ¡Boom!
Los proyectiles explotaron en el área alrededor de ambos, pero ninguno de ellos les hizo daño, o por lo menos, no de manera visible.
Caín se llevó las manos a la cabeza, retorciéndose de dolor, aunque rápidamente se recompuso.
Luego recitó lo que al principio parecía ser un poema en un idioma desconocido, sin embargo, gradualmente se pudo distinguir lo que estaba diciendo:
"El rey por su corona cayó; "
"El pueblo por el hambre murió; "
"El sol por el este salió; "
"Y la gente de sus cenizas resurgió."
Finalizando el poema exclamó:
"¡Es hora que el rey caiga y su gente resurja! ¡Te destierro a ti, tirano!"
Los proyectiles que se habían vuelto a lanzar y estaban a punto de impactar, se desvanecieron en el aire y junto a ellos, toda la tropa de soldados que estaban en el lugar.
El general al igual que su ejército se estaba desvaneciendo, aunque a un ritmo más lento. Antes de que se completara el proceso, con un pequeño tono de decepción dijo:
"Es una verdadera lástima que no hayamos podido acabar contigo hoy, me hubiera gustado, ya que tengo cosas más importantes que hacer. Pero no me llevo un mal sabor de boca, después de todo, fue un placer ver cómo perdías otro pedazo de cordura. Espero no encontrarte en un hospital psiquiátrico la próxima vez que nos veamos."
"Hasta pronto, amigo mío." La voz del general se hizo cada vez más y más distante hasta que se apagó por completo.
Cuando el general terminó por desvanecerse, Caín cayó al suelo con un golpe seco: se había desmayado.
...
En un lugar desconocido, una figura humana estaba sentada encima de un panel de cristal mientras abrazaba sus rodillas. Vestía una túnica negra que tenía grabados de patrones estelares intrincados con una capucha que ocultaba su rostro. A su alrededor había planetas, nebulosas, estrellas y un inmenso espacio negro que parecía no tener fin. Se asemejaba al cosmos.
Debajo del panel de cristal, se veía un bosque desolado con un joven en su mejor época intentando apoyar sobre sus hombros a un hombre en el final de su juventud; eran Caín y Edward.
La figura parecía estar observándolos con interés.
...
Caín se despertó en una cabaña de madera, con una chimenea ardiendo enfrente suyo y Edward sentado en un sillón a su lado.
Observó al joven durante unos segundos. Edward se percató de su mirada y se la devolvió.
Viendo que Caín había salido de su estado inconsciente, decidió iniciar una conversación:
"Veo que al fin ha despertado."
"¿Qué pasó después de que el general se fue? Y... ¿dónde estamos?" Preguntó el hombre sin preocupación.
Caín se reincorporo y miró a su alrededor: una mesa pequeña al lado del sillón qué tenía encima una vela encendida y una libreta de tapa dura de color azul en la que estaba escrito "presupuesto mensual", una repisa en la esquina izquierda de la habitación con unos pocos platos, vasos y utensilios de cocina. Un refrigerador en miniatura en el borde de una pared, un fregadero en la esquina derecha y una estufa al fondo. Afuera del lugar se veía el paisaje de un bosque nocturno. En general, el espacio era bastante pequeño y aún así se veía vacío.
"Usted se desmayó y tuve que cargarlo aproximadamente unos 300 metros para traerlo aquí. Esta es mi casa."
"¿Tu casa? ¿Vives en medio del bosque?"
"Sí, debido a que es muy caro viajar desde el distrito hasta la tienda, decidí construir esta cabaña y vivir aquí. Así por lo menos, estoy cerca de mi lugar de trabajo y evito los costos de transporte."
"¿Por qué no trabajas en el distrito? ¿No te saldría más rentable?"
"Por lo visto, usted no ha estado ahí. Es uno de los distritos más pobres, con una sobrepoblación que genera una tasa de desempleo altísima; por más que buscas no puedes encontrar un trabajo decente, los que hay, te pagan una miseria que no da ni siquiera para permitirte dos comidas al día, sumado a que las condiciones son inhumanas. Creo que viviría mejor siendo el esclavo de algún magnate."
"Me dan un mejor sueldo trabajando en esa tienda, aunque tampoco es una gran diferencia. Dejando eso de lado, ¿podría explicarme que fue todo lo qué pasó? Desde la sombra hasta ese tal general." Edward preguntó con un tono firme y decidido.
Caín mostró una expresión extraña. En sus ojos había una emoción indescifrable, algo que Edward no notó.
"Es una historia bastante lar-"
"Ya me había dicho eso cuando íbamos de camino al bosque, por favor, no intente poner excusas." Dijo Edward totalmente serio.
La expresión de Caín se hizo más clara, cosa que no pasó desapercibida por Edward y le causó un sentimiento raro pero familiar, sin embargo, no pudo identificar que era.
"Para explicártelo mejor, déjame contarte una historia; la historia de un rey arrepentido."