Un hombre similar a Caín pero con los ojos grises se encontraba en medio del bosque, con una copia casi idéntica a excepción de unos ojos cafés frente a él, con soldados marchando detrás suyo.
De repente, la figura similar a Caín con ojos grises volteó a ver a Edward, quien estaba visualizando todo mediante un panel.
Se empezó a reír maniáticamente, como si estuviera presenciando el mejor chiste de humor negro jamás hecho.
"¡Torre de la perdición! ¡Veo que al fin lo descubriste! ¡Eres todo un genio!" Dijo la figura casi idéntica a Caín, con un tono burlón en su voz.
Edward cayó con un golpe seco. Sus piernas temblaban incontrolablemente. Sus brazos perdieron toda su fuerza. Sus ojos estaban vacíos.
"¡Vamos, no te pongas así! ¡No ahora que te mostraré toda la verdad!"
"¿V-verdad? ¿C-cuál verdad?" La voz de Edward era frágil, apunto de quebrarse por el miedo.
La figura casi idéntica a Caín no dijo nada. En su lugar, una sonrisa de oreja a oreja se formó en su rostro.
Repentinamente la escena cambió. Ahora, se mostraba un pastizal verde repleto de cadáveres de soldados muertos.
Una silueta con una sonrisa de oreja a oreja se materializó en el campo de pastizal verde rodeado de cientos de cadáveres de soldados muertos.
Su cuerpo comenzó a deformarse. Cambió de la apariencia de un hombre pelirrojo con una mirada severa y penetrante, a la figura casi idéntica a Caín que antes le había hablado a Edward.
La figura sacó un tambor bélico de la nada y comenzó a tocarlo. Los cadáveres en el pasto empezaron a desprender un humo negro, para poco después levantarse como si tuvieran vida nuevamente. Se pusieron detrás de la figura casi idéntica a Caín, marchando.
La figura habló en un tono solemne, borrando esa sonrisa de su rostro y remplazandolo con una expresión comprometida:
"¡Camaradas! ¡Es de mi pesar informales que su anterior general ha muerto a manos de un rey incompetente! ¡Pero que eso no los desanime! ¡Puesto que yo, Caín Desmet, seré quien los guíe a un nuevo mundo de paz y gloria!"
Los soldados con apariencia muerta parecieron dudar de las palabras de su supuesto nuevo general, pero al final, como si hubieran sido seducidos por la serpiente del Edén , terminaron creyendo en su discurso.
Aunque una confianza infundada no es lo mismo que una confianza real.
El general sacó un retrato de un hombre del aire, lo señaló con su dedo índice y lo mostró ante todo el ejercito:
"¡Escuchen! ¡Este hombre será nuestro enemigo! ¡Él intenta destruir el mundo y a quienes habitan en él!"
Los soldados parecían confusos al ver la imagen en el retrato, puesto que era casi idéntico a la apariencia de su nuevo general.
"¡Yo sé que es lo piensan, pero este hombre no soy yo! ¡Él toma mi imagen para engañar a los ciegos y manipularlos! ¡No lo olviden, él es el principal enemigo de este mundo y su paz!"
Al entender el significado detrás del asunto, los soldados golpearon su pecho derecho con puño cerrado izquierdo, indicando que habían entendido la orden, pero aún se mostraban indecisos ante sus palabras.
El general hizo un gesto con su mano y un portal se abrió en medio del espacio (el aire), mostrando la escena del cuerpo de una mujer con una espada incrustada en su pecho, tiñendo su vestido blanco de bodas con rojo.
La figura entró por el portal. Se agachó frente a la mujer y la cargó en sus brazos, con la delicadez de un hombre anteriormente enamorado.
Salió del portal con la mujer en brazos, mostrandola frente al ejército. La observó y tocó su rostro, con lágrimas cayendo lentamente por su rostro.
Los soldados con apariencia muerta se quitaron los cascos e hicieron una reverencia respetuosa. Luego, sacaron una pistola de bengala de los compartimientos en sus pantalones y la dispararon, como si fuera una despedida en señal de respeto.
"¡Esto... Esto es culpa del hombre del retrato, el mismo rey incompetente que acabó con la vida de su antiguo general! ¡¿Todavía dudan de mis palabras?! ¡¿Así es cómo quieren que terminen sus familias?! ¡¿Sus amigos?! ¡¿Sus parejas?!..." El general bajó su rostro, tocando su frente con la de la mujer.
Sus lágrimas se intensificaron. Los soldados al escuchar esto se postraron ante él. Ya no dudaban de ninguna sola de sus palabras y habían aceptado seguirlo sin cuestionar nada.
Cuando esto pasó, el general volvió a formar esa perturbadora sonrisa de oreja a oreja.