Un Consejo De Un Maestro

El aliento de Aria se cortó ante las palabras de Kalden, su corazón latiendo como si su declaración hubiera tocado algo profundo dentro de ella. —Yo... no tenía elección —exclamó de repente, su voz temblando con frustración y desesperación. La admisión se sentía cruda, como exponer una herida que había ocultado por demasiado tiempo.

Los penetrantes ojos carmesí de Kalden permanecieron fijos en ella, inquebrantables y serenos. Alzó una ceja, un gesto sutil de incredulidad, mientras cruzaba sus brazos sobre el pecho. Apoyándose ligeramente en el borde de la mesa de madera, su postura era una de autoridad compuesta, exudando poder y autoconfianza. —Todos tienen una elección —dijo con serenidad, su voz baja pero firme, cargada con el peso de alguien que había vivido de acuerdo a esas mismas palabras.