Tocando a su hermana

No quería tener que lidiar con interacciones incómodas cuando él saliera. Unos momentos después, escuchó el murmullo de la ropa y el tenue crujido de la puerta al abrirse y cerrarse de nuevo. La habitación quedó en silencio, indicando que Lucien se había ido.

Aria se sentó lentamente, la quietud amplificando el sonido de su propio latido. Su rostro se sentía inexplicablemente caliente y presionó sus manos contra sus mejillas frustrada. —Oh, Dios —se susurró a sí misma—. ¿Cómo voy a sobrevivir compartiendo habitación con él?