—Pasa.
Su voz sonaba tan compuesta como siempre. Con un ligero sentido de temor, Aria abrió la puerta y entró. Allí estaba él, Darío, tan guapo como siempre, revisando un montón de papeles con una expresión centrada. Sin levantar la vista de su trabajo, le ordenó que se sentara.
—Buenos días —saludó Aria, tratando de ocultar su reluctancia en el tono. Darío apenas respondió con un distante e indiferente "mhmm", su voz traicionaba su agotamiento. Parecía que había estado trabajando sin parar y no había pensado mucho en su llegada. Sin molestarse en mirarla mientras recogía un montón de papeles y los dejaba caer frente a ella con un suave golpe.
—Aquí tienes —dijo con voz ronca—, su voz llevando el peso del cansancio. —Revisa y marca los exámenes de los estudiantes del último semestre.