—¡Darío! —exclamó Merdrick con agudeza.
—¿Qué pasa? —preguntó Darío, quien había estado relajándose por allí cerca, sorprendido ante la súbita urgencia en la voz de Merdrick.
—Sígueme —ordenó Merdrick, mientras hacía un gesto hacia Lucien y Aria. Su tono no dejaba lugar para discusiones.
—Mientras tanto, Aria ya había comenzado a alejarse con Lucien. Se decía que la posición de los ganadores se anunciaría más tarde ese día, así que decidió no esperar más. Su mente divagaba mientras caminaban lado a lado, pero la mirada de Lucien la seguía, escaneándola de pies a cabeza con una intensidad que la hacía sentir consciente de sí misma.
—Todavía no puedo creer que sigas siendo virgen —comentó él, tranquilamente pero con curiosidad, mientras sus ojos recorrían su figura sin ningún remordimiento.
—¿Y eso por qué? —preguntó Aria, deteniéndose a mitad de paso y girándose hacia él, arqueando una ceja y manteniendo su audaz mirada.