Todos se quedaron inmóviles tras la declaración de Kimberly, ya que nadie sabía qué decir en ese preciso momento.
El silencio en el salón era casi ensordecedor. Cada alfa, cada anciano, cada guerrero presente parecía estar digiriendo el peso de sus palabras.
Tras una pausa en la atmósfera, el sumo sacerdote carraspeó fuertemente para llamar la atención de todos.
—¿Pueden tomar asiento con calma, por favor... Tenemos asuntos más importantes que atender? —Inmediatamente después de que el sumo sacerdote dijera esas palabras, todos volvieron a sus asientos, aunque la tensión aún crepitaba en el aire.
Los ojos de Theo y de Derrick permanecieron fijos el uno en el otro, ninguno dispuesto a ceder.
Kimberly caminó tranquilamente y se sentó junto a Theo, su postura inquebrantable, su rostro ilegible.
Sus amigos se quedaron detrás de ella, con la mirada yendo de un alfa a otro, claramente conscientes de la tensa atmósfera.
El sumo sacerdote continuó: