Amelia Tucker miró la reacción de Amelia Primavera, lágrimas cayendo sin control, su voz ahogada por la angustia y el arrepentimiento.
—¿Lo sabías todo desde el principio, verdad? Sabías... ¿por qué no me lo dijiste? Incluso usaste tu propia vida para intercambiar por mi recuperación... ¿Cómo pudiste ser tan tonta?
Es ella, la madre, quien le debe a su hija.
Si fuera posible, preferiría morir antes que permitir que su propia hija sacrificara su vida para salvarla.
Su hija, aún tan joven…
Amelia Primavera, al escuchar la voz de Amelia Tucker llena de ternura y arrepentimiento, no pudo evitar que sus ojos se enrojecieran.
Después de un largo rato, bajó la cabeza y la agitó ligeramente, con la voz apenas audible:
—Yo… no te salvé solo porque soy tu hija.
Fue solo después de salvar a su profesora que descubrió que en realidad era hija de la profesora.