—Siempre he sentido que era una persona abandonada por el destino. Justo cuando empiezo a albergar ilusiones sobre la vida, el destino siempre me empuja hacia otro tipo de desesperación.
La voz de Amelia Primavera era ronca y amarga, y su sonrisa, cargada de autodesprecio, era dolorosa y forzada.
La habitación estaba en silencio, excepto por la narrativa de Amelia Primavera y el sollozo incontrolable de Elizabeth Tucker.
Incluso los ojos de Elizabeth Tucker estaban rojos, y durante todo el tiempo mordía su labio sin emitir sonido alguno.
No conocía el pasado de Amelia Primavera.
Todo lo que sabía era que su madre había apoyado a una chica de un pueblo de montaña, y que se preocupaba por esa chica más que por ella.
Además, le gustaba el baile moderno, totalmente opuesto a los gustos de su madre.
Había discutido con su madre más de una vez, y la llegada de Amelia Primavera había intensificado aún más esos conflictos.