Heo abrió los ojos con un dolor punzante en la frente. Gracias al jefe, tenía un moretón visible, y sentía cómo otro dolor comenzaba a surgir en su ojo, cortesía del golpe de Dinorat.
Al incorporarse en la cama, acarició suavemente a Tina con una sonrisa leve. Luego miró la hora: 9:30 A.M. Nocturno.
En este mundo, los días se dividen en 24 horas diurnas y 24 nocturnas. Todos son híbridos: humanos mezclados con otra especie. Esta condición divide la sociedad en dos horarios. El continente central está dividido en dos sectores, cada uno adaptado a un tiempo específico para evitar perturbar al otro.
La única desventaja es que esto facilita el contrabando. En los demás continentes no existen estas divisiones.
Heo bajó las escaleras con desgano. Como no deseaba tener demasiado contacto con su nuevo equipo, eligió la habitación más alejada del primer piso, en el cuarto nivel.
Al llegar a la cocina, sacó pan, queso, jamón y mayonesa para prepararse un sándwich.
Tras desayunar, regresó al cuarto piso para ducharse y lavarse los dientes.
Una vez finalizada su rutina, subió al techo con Tina. Se acomodaron para observar las estalactitas que colgaban desde lo alto.
En este mundo no existe ni un sol real ni una luna verdadera. Ambos cuerpos celestes fueron creados artificialmente. Por ello, no hay cielo azul ni estrellas brillantes, solo dos esferas gigantes que emiten diferentes tipos de luz.
Aun así, nadie sabe de dónde provienen, y ningún dios ha dicho palabra alguna sobre su origen.
Heo siguió mirando hacia arriba. Nunca ha tenido, ni tendrá, la oportunidad de saber cuánta distancia separa el suelo del techo, pero calcula unos 600 kilómetros.
De pronto, escuchó pasos cercanos. Se incorporó al instante y puso su mano sobre la cabeza de Tina, quien tensó las patas en señal de alerta.
Poco a poco, unas orejas de gato blancas comenzaron a asomar. Heo supo al instante de quién se trataba.
Ni siquiera esperó a que se mostrara por completo.
"¿Cómo estás despierta?"
Mia levantó las manos con una sonrisa somnolienta.
"Me atrapaste. Como duermo durante el día, a veces me despierto en momentos aleatorios por la noche."
Heo la observó acercarse lentamente hasta que se dejó caer a su lado.
"¿Por qué eres malo?"
Heo frunció el ceño, confundido.
"¿A qué te refieres?"
Mia mantuvo la vista fija en las estalactitas.
"Dijiste que moriría más pronto que tarde. No es precisamente un comentario agradable."
Los ojos de Heo se abrieron por completo.
"Si no me equivoco, lo dije en voz baja para que no lo escucharan. ¿Cómo lo oíste?"
Mia llevó las manos a su rostro y sacó la lengua con picardía.
"Soy una gata. ¿Cómo no iba a escucharlo? Lo que para ti suena bajo, para mí es clarito."
Heo se cruzó de brazos, reflexivo.
"Hm. Olvidé ese pequeño detalle."
"Perdón. Aunque realmente pienso eso, creo que te debo una disculpa. Eso sí, me gustaría ver que realmente se esfuerzan, y no que solo anden tonteando."
Mia le dedicó una sonrisa traviesa.
"¿Cuál crees que sea el mejor arte marcial o arma para mí?"
Mia se incorporó y se tocó el pecho, pensativa.
"Eso debes decidirlo tú. Pero, para ahorrarte tiempo, te diré que no pareces del tipo que usa armas cuerpo a cuerpo. Siento que un arte marcial te vendría como anillo al dedo. Solo tienes que encontrar cuál."
Mientras Heo hablaba, Mia asentía como si tomara apuntes mentales.
"Oye... ¿Crees que esto cuente como la salida?"
Heo la miró, perplejo.
"¿A qué te refieres?"
"¿No recuerdas? Tienes que salir conmigo, con Hanna y con Dinorat. Si no, te despiden."
Mia acompañó su explicación con gestos exagerados.
"Obviamente no. Dudo mucho que seas parte del equipo."
"Awww... qué flojera" murmuró Mia, dejándose caer contra el suelo del techo.
Luego se incorporó y se irguió.
"Espero que cuando salgamos vayamos a algún lugar donde pueda dormir cómodamente."
"¿Entonces quieres salir mañana?"
La voz de Heo salió sorpresivamente relajada, a pesar de lo comprometedora que era la pregunta.
"Hmmmmm..."
Mia se llevó un dedo a la boca, pensativa.
"Nope. Primero vas a tener que salir con Dinorat, y luego con Hanna. Así dejarás lo mejor para el final."
Heo soltó un largo suspiro.
"Al menos ya tengo una confirmación."
Mia se levantó y comenzó a alejarse.
"Ya me voy a dormir. Nos vemos mañana", dijo, mientras agitaba la mano a modo de despedida.
..
Esa misma noche, una figura caminaba entre la multitud de un mercado nocturno. Este tipo de mercados vendía objetos como armas, pergaminos con técnicas, armaduras y materiales para rituales.
La figura avanzaba, husmeando en cada puesto. Su complexión era difícil de discernir: llevaba un traje completamente negro. De no ser por la escasa luz nocturna, su atuendo habría resultado estridente. Llevaba una máscara Oni cubriéndole la boca. El resto del rostro quedaba oculto por el cabello, que caía sobre el ojo derecho. El otro ojo brillaba con un rojo intenso.
Tras una breve caminata, llegó a un tablón repleto de misiones. La mayoría estaban pensadas para ejecutarse de día, pero unas pocas se realizaban por la noche.
Leyó varias hasta que una en particular captó su atención.
La descripción era sencilla y vulgar:
"Busca a una banda de maleantes. Tienen un pergamino que forma parte del arte marcial Linran. Recupéralo y envíalo por correo a esta dirección."
Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras arrancaba la hoja del tablón, señal inequívoca de que aceptaba la misión.
Salió del mercado caminando con calma, revisando cada callejón cercano.
No había descripciones sobre los delincuentes, ni pistas sobre dónde buscar. Pero al hombre no le importaba.
Cada vez que veía un grupo de personas considerable, los noqueaba sin miramientos y registraba sus pertenencias. Cuando no hallaba nada útil, simplemente les robaba el dinero.
Al llegar a la calle Vultran, comenzó a correr. No lo hacía por miedo a ser capturado —después de todo, sus crímenes eran evidentes—, sino porque sabía que esa calle albergaba varias empresas de seguridad, equipos de rescate y cazadores de recompensas legales. Buscar allí no tenía sentido.
Poco después, encontró un dojo con las luces encendidas. El lugar tenía un aire olvidado, mediocre incluso… pero algo en su interior lo atraía, como un instinto inexplicable.
Sin vacilar, abrió la puerta y entró.