Capitulo 5

La escena en la oficina era curiosa cuanto menos: Mia, Hanna y Dinorat conversaban en una mesa, mientras que Heo estaba pegado a una computadora, a veces completamente inmóvil frente a ella y otras navegando frenéticamente por Internet.

El jefe permanecía de pie entre ambos grupos, vigilándolos. Pero pronto se frustró: era viernes 17, y Heo ya llevaba cinco días desde su llegada. Aun así, seguía aislado, ajeno a los demás.

Se acercó entonces al trío de compañeras.

"¿Por qué Heo sigue en una esquina?" preguntó, aunque su tono no admitía evasivas. Cuando él hacía una pregunta, siempre exigía una respuesta.

"Él nos dijo que no le habláramos. Además, es una amalgama de cosas malas. Primero, parece tener una maldición, lo que podría explicar su falta de afinidad. Segundo, su nombre… la otra vez no lo mencioné, pero sus padres estaban locos si pensaban que eso era un buen nombre. Y por último, su horario es un desastre. Me da miedo que nos haga algo por la noche", contestó Hanna sin filtro alguno.

Mientras hablaba, el jefe notó de reojo cómo Heo giraba la cabeza para mirarlos con un desprecio helado.

No tienes filtros fijos, Hanna, pensó para sí el jefe.

"Por algo viven juntos. Deben llevarse bien", añadió con firmeza. "Así que no lo pueden evitar, por más que él lo pida."

"Claro", respondió Hanna a regañadientes.

El jefe miró entonces a Mia y a Dinorat.

"¿Y ustedes?"

"Ya hablé con él… además tengo mucho sueño", dijo Mia, dejando caer su rostro sobre la mesa.

"Le juro que hablaré con él, pero por ahora no he tenido oportunidad de conocerlo", contestó Dinorat con calma, mostrando apertura.

El jefe los dejó estar tras sus respuestas, y tras reprender a Hanna, se giró.

Más rápido de lo esperado, Heo lo sintió a su lado.

"¿Qué pasó?" preguntó Heo, con una frustración que apenas disimulaba.

"¿Por qué quieres alejarte de tus compañeros de equipo?"

"¿De qué me sirve hablar con gente que morirá más pronto que tarde?" respondió Heo con una dureza casi personal.

"Entonces no tendría sentido hablarte a ti, pero aún así lo hago", replicó el jefe, mirándolo con severidad.

Heo frunció el ceño ante el comentario. Lo sostuvo la mirada unos instantes antes de volver al monitor.

"No soy como esa bola de inútiles. Estoy haciendo mi trabajo. Desde que me mudé no los he visto entrenar ningún tipo de arma ni arte marcial."

Hablaba en voz baja. Quería que Hanna lo oyera, pero no pretendía lanzar el mismo veneno contra Mia o Dinorat, quienes aún no habían sido hostiles con él.

"Tú también deberías entrenar algo. Aunque tu rol principal sea como la mente del equipo, tendrás que hacer misiones en solitario durante la noche."

"¡¿Qué?! ¡Le dije que no puedo ha—!"

Antes de que terminara la frase, el jefe le soltó un puñetazo en plena cara. Cuando Heo intentó levantarse, sintió su rostro aplastado contra el suelo por la pierna del jefe, que ejercía una presión brutal.

"No eres más que basura desechable. A diferencia de tus compañeros, tú eres menos importante. Así que deja de creerte superior y entrena", sentenció con frialdad.

Heo dejó de moverse. Había comprendido el mensaje.

"Tendrás que salir con todos tus compañeros, y si me dicen que incumpliste, serás despedido", agregó el jefe antes de quitarle el pie de encima y propinarle una última patada en la cara para obligarlo a levantarse.

Heo sangraba abundantemente por la nariz, y una marca rojiza comenzaba a formarse en su frente.

Mia reaccionó rápidamente, buscando un botiquín de primeros auxilios, pero el jefe le sujetó la mano antes de que pudiera siquiera tocarlo.

"No lo ayudes", ordenó. "Tiene prohibido usar cualquier tipo de utensilio médico aquí."

---

Más tarde, en la cocina…

Heo sostenía una bolsa de hielo contra su frente. Su expresión era impasible, pero el daño era evidente.

Dinorat se le acercó con curiosidad.

"¿Por qué no te defendiste? Solo dejas en claro que eres débil con eso."

"Porque realmente lo soy. ¿Conoces las artes marciales tao?"

"Sí. Son las que requieren poca fuerza, pero son muy complejas, ¿verdad?"

"Exacto. Por un tiempo las entrené, pero solo puedo usar la postura y los golpes básicos. Cualquier habilidad que requiera poder me noquea al instante. Por eso no sirvo para más", explicó Heo, con amargura en el rostro.

"¿Eso significa que no puedes usar ningún tipo de arma?"

"Nop. Ni siquiera las armas de refuerzo que solo mejoran un atributo. Si quiero usar algo, tiene que ser normal."

Heo desvió la mirada, evitando los ojos de Dinorat.

"¡Esa es otra razón por la que nunca te debieron contratar!" Hanna se acercó de golpe, con los ojos ardiendo de furia. "Tu ropa te queda grande, tu pelo cubre media cara, y eres completamente inútil. Ni siquiera tiene sentido que hayas sobrevivido en este mundo. Aquí reina la ley del más fuerte… tú deberías estar muerto."

Heo la miró sin inmutarse.

"Parece que no recuerdas que tus compañeras murieron. Según tu lógica, ellas se lo merecían."

El silencio duró apenas un segundo antes de que Heo recibiera un puñetazo directo.

Pero no vino de Hanna.

Fue Dinorat.

Tiene sentido. Haría lo mismo si yo fuera él, pensó Heo, mientras se recuperaba del impacto.

"Perdón. Pero nunca me quedaré callado", dijo, y le dio una palmada en el hombro a Dinorat, que lo miraba con odio puro.

"Te lo mereces", murmuró Mia desde el sofá, con una sonrisita somnolienta en el rostro.

Heo le lanzó una mirada de desconcierto, sin saber si hablaba en serio o medio dormida. Luego simplemente se alejó hacia las escaleras, rumbo a su cuarto.