Capitulo 4, mudanza

Mientras Dinorat y Hanna estaban fuera de casa, Mia consiguió su tipo de día favorito: 'Día de flojera'. En esos días se ponía un camisón que apenas se sostenía por los hombros y un pantalón gigante que solo permanecía en su sitio gracias al ajuste en la cadera.

Durante los famosos 'Días de flojera', Mia solo dormía, comía e iba al baño. Fuera de eso, se la pasaba yendo de una habitación a otra, con la energía justa para existir.

En la de Dinorat intentaba levantar sus pesas, aunque le costara horrores, y luego se cambiaba al traje de baño para usar la piscina de Hanna, a la que cariñosamente llamaba 'cama'.

Tras un buen rato de jugueteo doméstico, Mia se dejó caer en el sofá de la sala y se quedó profundamente dormida.

Toc toc toc.

Al escuchar que tocaban la puerta, Mia pensó que Hanna ya había regresado. Antes de dirigirse a abrir, se estiró con flojera ritual y caminó hasta la entrada. Pero al abrir, se quedó helada: su nuevo compañero de equipo estaba allí, parado frente a ella, como una escena sacada de un mal sueño.

"¿En serio eres parte del equipo?"

El tipo la miró con desdén, como si su ropa le provocara alergia visual.

Mia parpadeó, tratando de procesar la situación.

"Hay tres habitaciones disponibles, y... ya me voy."

Subió las escaleras como alma que lleva el diablo y se encerró en su cuarto. Al entrar, se golpeó la frente contra la pared tres veces y luego se sentó frente a la puerta, abrazando sus rodillas.

Toc toc toc.

"A-ehhhh... ¿Qué pasó?"

Su voz salió nerviosa, como si recordara de golpe las advertencias de Hanna.

"Nunca me dijiste qué habitaciones están libres."

La voz del nuevo ocupante era completamente natural, como si lo suyo fuera invadir espacios ajenos con serenidad robótica.

"En el tercer piso está disponible la de la derecha, y las dos del cuarto piso también están libres."

Mia no se movió. Escuchó los pasos alejarse y luego el silencio. Se asomó con cautela, apenas abriendo la puerta. Al no ver a nadie, suspiró aliviada.

Ya más tranquila, se cambió por una sudadera blanca con patitas de gato en los bolsillos y un pantalón más decente, que no gritara 'yo no esperaba visitas'.

Decidió revisar el tercer y cuarto piso, pero no lo encontró. Entonces bajó al primer piso y ahí estaba él, sirviéndose cereal con la parsimonia de quien tiene todo el tiempo del mundo. Dejó un bowl en el suelo, al que le añadió croquetas con verduras para alimentar a una tortuga medio robótica que, al parecer, era su mascota.

Él la miró de reojo y Mia dio un pequeño brinco. Tragó saliva y apretó los labios para reunir algo de valor.

"¿Puedo preguntar tu nombre?"

"Heo. Creía que el jefe ya se los había mencionado."

"Él nunca habla... ni expresa lo que siente, ni lo que sabe. Cambiando de tema, ¿por qué duermes de forma tan extraña?"

"¿Tan malo es mi horario para ti? Yo no soy un híbrido. Eso significa que necesito dormir menos horas. En lugar de 24, son 16, y puedo dormir unas 13 si me desvelo. Además, eso es lo que afecta mi conexión con el núcleo."

Mia sintió que todas sus preguntas internas iban recibiendo respuesta, una tras otra. Pero el silencio que siguió le pareció tan denso como incómodo.

Se fijó en la tortuga y preguntó:

"¿Cuál es su nombre?"

"Tina. La adopté después de verla abandonada. Me gasté todo mi dinero en ayudarla a sobrevivir."

Al principio, la expresión de Heo era tan fría como el acero. Pero al hablar de Tina, su rostro se suavizó y bajó la mano para acariciarle la cabeza con un gesto casi... humano.

Mia se quedó sin incógnitas. Toda su curiosidad había sido saciada y sus ganas de seguir despierta se desvanecieron. Por lo poco que sabía de Heo, gracias a la pequeña plática, este no iba a atreverse a tocarla.