Después del nombramiento de Hanna como capitana, Dinorat recibió una nueva misión: conseguir votantes para el partido actual. Si otro partido ganaba las elecciones, las pagas podrían disminuir.
Los partidos políticos estaban divididos en: herbívoros, carnívoros, omnívoros y unificadores.
Este último era el que solía llevarse la mayoría de votos, ya que no excluía a nadie.
Dinorat, resignado, continuaba bailando vestido con una botarga de corazón que decía:
"Amamos a todos y todas, voten por los unificadores.” y desgraciadamente tenia que repetir en voz alta
Lo único que sentía era pena. Hanna lo había puesto en esa situación humillante, pero, siendo honestos, valía la pena. Los avances tecnológicos eran casi diarios y resultaban sumamente útiles. Para vivir cómodamente, el sueldo ideal era de 20 mil Kaleas, aunque se podía sobrevivir con 10 mil.
Dinorat no dejó de bailar. Cada tanto se detenía, tocaba su reloj y revisaba la hora:
10:00 diurno... 12:00... 14:00... y, por fin, 16:00.
A esa hora pudo irse a casa, quitarse la ridícula botarga y dirigirse a la oficina para reclamar sus merecidos 20 mil Kaleas por tan arduo, y absurdo, trabajo.
En su camino, no pudo resistirse a sus viejas costumbres. Al cruzar la recepción, saludó en voz baja:
"Hola, Kitsune... también para ti, Sara..."
Pero al caer en cuenta de lo que decía, el peso del recuerdo le nubló el rostro. Ambas habían muerto durante una misión en el continente Vald.
Con pasos inseguros llegó a la oficina del jefe, informó que había cumplido, y se marchó.
En su regreso, se le veía mal. Caminaba con la vista perdida, sin enfocarse en nada. En algún punto giró por una calle que no conducía a su casa y terminó entrando a un gimnasio. Era un lugar elegante, con un aire sereno.
Recorrió el lugar sin prisa, entre las máquinas, hasta llegar a una sala llamada 'Zona de meditación'.
Allí, solo había velas aromáticas encendidas y personas concentradas en sí mismas.
Dinorat se sentó, cruzó las piernas y cerró los ojos. Quiso mirar hacia adentro. Quiso olvidar.
Pero no podía.
El recuerdo de aquella misión fallida lo atormentaba. La ficha indicaba que enfrentaban a un Castford débil, pero aquel ser no se parecía en nada a lo descrito. Era algo espantoso, monstruoso, indescriptible. Algo que no debía existir.
Abrió los ojos de golpe; su corazón palpitaba con fuerza. Su aspecto era imponente: dos metros de altura, musculoso y atractivo. Pero todo ser tiene una debilidad. En un mundo donde rige la ley del más fuerte, su mayor temor era algo que muchos consideran trivial: la muerte.
Esa idea de dejar de existir, de no sentir, de no pensar… lo aterraba. Saber que sus compañeras ya no estaban, que ya no sentían, lo destruía por dentro.
Por eso, más que por deseo carnal o compañía casual, anhelaba una pareja, alguien que estuviera a su lado incondicionalmente, alguien con quien compartir sus pesadillas, sus temores, su dolor.
Se levantó de golpe. Salió de la sala. Tomó su celular y empezó a ver videos. Era su forma de calmarse, de dejar de pensar.
Pero la atmósfera del gimnasio ya le resultaba asfixiante. Salió de allí y comenzó a caminar sin rumbo, intentando distraerse con pensamientos triviales. Poco después, sintió hambre.
Se dirigió a un restaurante cercano, uno que conocía bien. Solía ir con frecuencia... lo que fue un error.
Entró y se sentó. Ni siquiera necesitó ver el menú:
Dos hamburguesas dobles y un refresco genérico.
Casi pregunta en voz alta:
"¿Alguien más quiere algo?"
Pero se contuvo.
Ese lugar solía ser el punto de encuentro entre él y Kitsune. A veces se unían Hanna, Mia o Sara, pero principalmente eran ellos dos.
Un mesero lo reconoció y se acercó:
"¡Oye, Dino! ¿Cómo te va? ¿Dónde está Kitsune? Normalmente van todos juntos a las misiones… ¿Te portaste mal?"
El camarero hablaba con la inocencia de quien no sabe, o quizás con la bendición de quien no recuerda.
Dinorat bajó la voz, como si al hablarlo hiciera real lo insoportable:
"Ella ya no está... Fuimos a Vald por una misión. Murió junto a Sara."
El camarero abrió la boca, la cerró, apretó los labios y se fue en silencio.
Poco después volvió con la comida.
"Espero que lo disfrutes."
Sin más, se retiró.
Dinorat mordió su hamburguesa, tragó, y luego suspiró.
"Antes sabía mejor… Creo que le faltó sazón."