Capítulo 2, La cotidianidad

La luz del sol se coló por la ventana, despertando a Hanna.

Ella había sido la compañera más cercana de la anterior capitana del equipo 7, y anteriormente, la segunda más fuerte del grupo.

Al levantarse, no necesitó bañarse: al ser mitad leviatán, dormía en una enorme bañera adaptada con una especie de cama en el fondo, diseñada para su naturaleza híbrida.

Con una agilidad impecable, Hanna tomó su ropa y se vistió. Luego se dirigió al cuarto de Mia para despertarla.

Toc toc toc.

No hubo respuesta.

Sin volver a tocar, Hanna abrió la puerta y encontró a Mia profundamente dormida, como una roca, en su cama.

Como si fuera parte de una rutina bien ensayada, Hanna tomó una cubeta, la llenó con agua fría, bajó a Mia de la cama y, una vez en el suelo, le vació la cubeta encima.

"Aaaaaahhh", gritó Mia al sentir el agua helada empaparla por completo.

"No puedo creer que tenga que despertarte así casi todos los días", gruñó Hanna, dejando la cubeta a un lado mientras Mia se sacudía como un cachorro.

"Es que la cama es muy buena", respondió Mia con una sonrisita traviesa.

"No puedes seguir haciendo esto. Pronto se mudará una nueva persona, y no quiero verte dormida por ahí mientras él está. Aún no lo conocemos, y... puede que no sea alguien de fiar, ¿sabes?" La voz de Hanna pasó de firme a insegura mientras hablaba.

"Entonces, ¿por qué sí puedo hacerlo cuando está Dinorat?", preguntó Mia con curiosidad... o tal vez con pura ingenuidad.

"A él ya lo conocemos. Estoy cien por ciento segura de que nunca haría algo indebido con nosotras mientras dormimos", respondió Hanna, volviendo a un tono más casual y relajado.

"Supongo que tiene sentido", dijo Mia, levantándose para ir a bañarse.

Hanna consultó su reloj: 00:45 AM diurno. Al ver la hora, subió al tercer piso y fue al cuarto de Dinorat, pero al abrir la puerta descubrió que no estaba allí.

Bajó primero al segundo piso, luego al primero, y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Para su sorpresa, allí encontró a Dinorat... cocinando.

"¿No se suponía que no sabías cocinar?", preguntó Hanna, cruzándose de brazos ante la extraña escena.

"Voy a intentarlo. Quiero ser un hombre más interesante. Así podré conseguir una novia", respondió Dinorat, moviendo la espátula con cierta torpeza.

"Creo que ya la tendrías, si no fuera por tus estándares de fantasía. Por cierto, ¿qué estás haciendo?" Hanna se acercó al sartén para ver qué cocinaba.

Al asomarse, vio tres hot cakes completamente carbonizados en un plato, y otros tres que estaban a punto de seguir el mismo triste destino.

"Mejor déjamelo a mí", dijo Hanna, quitándole la espátula sin dudar.

Se puso a cocinar, y en unos diez minutos preparó el desayuno. Se sentó a comer, y al rato llegó Mia, quien comenzó a devorar su porción con entusiasmo. Mientras tanto, Dinorat miraba resignado los hot cakes quemados que habían quedado en su plato.

Al terminar, los tres salieron caminando rumbo a la empresa de seguridad pública. Al llegar, vieron al jefe bebiendo tranquilamente una taza de café.

"¿Dónde está el nuevo?", preguntó Mia con entusiasmo.

"Probablemente llegará a las nueve o diez. Aún no se ha mudado y vive bastante lejos. Además, según él, se despierta tarde", respondió el jefe, dando un sorbo más a su café.

"¿A qué hora se levanta? Normalmente, 'tarde' es la una... a más tardar, las dos", dijo Hanna, cruzándose de brazos con evidente molestia.

"Según él, se levanta a las ocho AM diurno... y también a las ocho AM nocturno."

"¡¿Cómo puedes contratar a alguien así?! ¡Alguien que duerme tanto no tiene lugar aquí!", exclamó Hanna, visiblemente alterada.

"Ya lo dije: ocho AM diurno y ocho AM nocturno. Duerme dieciséis horas al día, lo que nos da un miembro que puede actuar por la noche. Al final, salimos ganando." El jefe no reaccionó ante la furia de Hanna; simplemente continuó bebiendo su café, tan imperturbable como siempre.

Se levantó de su silla y le dio una palmada en la espalda a Hanna.

"Ven a mi oficina conmigo."

Una vez dentro, Hanna estaba claramente nerviosa, mientras el jefe se mostraba relajado, casi nostálgico.

"No parecen tan afectados", comentó, mirándola con melancolía.

"Tuvimos tiempo para asimilarlo durante el viaje... además, yo no dormí bien, y creo que los demás tampoco", dijo Hanna, con la voz apagada. Cada palabra la hacía sentir más y más pesada.

"¿Recuerdas cómo se veía el castford que los atacó?"

"No... Esa cosa no era un castford. Eso es lo único que recuerdo."

El jefe se levantó y se acercó a Hanna. Le extendió la mano y la abrió, mostrando una placa.

"Ya sé que aún es muy pronto, pero... ¿quieres ser la nueva capitana del equipo 7?"

"Ella me regañaría por no aceptarlo", respondió Hanna, tomando la placa mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa. Una sonrisa nostálgica, cargada de recuerdos de quienes ya no estaban.