"reencarnar"

entre todo el dolor que sentia. La luz de aquel ser iba devolviendo claridad a mi mente, disipando la niebla que la cubria.

Cuando finalmente recupere el sentido, sólo había lágrimas brotando de mis ojos. ¿Por qué lloraba? ¿Acaso fue por esos recuerdos?

El ser pareció notar mi confusión y agitación, y sin dudarlo, me abrazo. Era tan cálido. En medio de un espacio tan bello, la melodía volvió a sonar, pero esta vez más suave, como un susurro reconfortante.

Entre aquellas notas, el ser me hablo con voz serena:

-Sígueme.

No dude. No pensé. Solo me dejé llevar, y juntos nos adentramos en la pradera.

Mientras más nos adentrabamos en la pradera, los árboles comenzaron a aparecer uno tras otro, como si fueran testigos silenciosos de nuestro paso. Eran altos, imponentes, pero ninguno se comparaba con el que estaba justo al final del camino: un árbol colosal, tan grande que su copa parecía rozar el cielo.

A sus pies, un lago de un azul índigo profundo reflejaba la luz de un sol invisible. A su alrededor, flores de colores imposibles se mecian con una brisa que no sentía. Todo era hermoso, demasiado perfecto, como si perteneciera a un sueño del que no quería despertar.

El ser se detuvo junto al lago y me miro con seriedad.

-Entra -dijo con voz firme -. Reencarnaras cinco veces. En cada vida recuperarás fragmentos de lo que fuiste. Cuando todas las piezas encajen lo sabrás.