Seyra avanzó con una sonrisa confiada, su fuego competitivo encendido. Frente a ella, su contrincante, Kieran de la Habitación 1, la observaba con una expresión inmutable. Su mirada fría no reflejaba emoción alguna, solo análisis.
El instructor Gorath alzó la mano y con voz firme dio la señal:
—¡Empiecen!
Seyra no dudó. Se impulsó con Essan en sus piernas, su velocidad se disparó. Su estrategia era clara: moverse en patrones erráticos, confundir a su oponente y atacar cuando menos lo esperara.
Kieran no se movió. Solo giró ligeramente la cabeza, siguiéndola con la mirada.
—Si me mantengo en constante movimiento, no podrá reaccionar a tiempo. —pensó Seyra mientras corría en círculos, cambiando bruscamente de dirección.
Viendo una apertura, giró sobre su eje y lanzó una patada lateral con toda su fuerza.
Pero Kieran reaccionó en el instante exacto. Desvió la patada con un ligero movimiento de su mano, redirigiendo la fuerza sin recibir daño.
Seyra sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Lo leyó.
Sin dudar, volvió al ataque. Sus golpes eran rápidos, precisos, una ráfaga de movimientos entrenados hasta la perfección. Esta vez, logró conectar algunos golpes, pero Kieran se defendía con una eficiencia impecable, absorbiendo el daño en zonas estratégicas, manteniendo su centro de gravedad estable.
De pronto, él lanzó su contraataque: un golpe certero dirigido a su rostro. Seyra apenas logró inclinarse a tiempo, pero sintió la presión del aire cortando su mejilla.
Era una batalla de velocidad y estrategia.
Apretó los dientes y probó otra táctica. Fingió una ofensiva directa y, cuando Kieran se movió para bloquear, giró en el último segundo y lanzó una patada giratoria.
Por primera vez, Kieran pareció desequilibrarse.
Seyra no dejó pasar la oportunidad. Elevó su cuerpo con una patada voladora, buscando impactarlo de lleno.
Pero fue una trampa.
Kieran esquivó con facilidad y respondió con una patada propia. Seyra apenas pudo cruzar los brazos para bloquear, pero el impacto la envió varios pasos atrás.
Se levantó con rapidez, su corazón latiendo con fuerza.
—Es diferente. No pelea con fuerza, sino con inteligencia. Me está haciendo jugar a su ritmo.
Kieran vio su duda y avanzó.
Esta vez fue su turno de atacar.
Su estilo era metódico. No lanzaba golpes al azar; cada movimiento estaba calculado. Un golpe al rostro, un paso atrás. Otro puñetazo, ahora dirigido a su costado. Retrocedió levemente y asestó un golpe preciso a su costilla. Cada impacto era medido, cada golpe reducía sus opciones.
Seyra entendió su estrategia, pero no encontraba una forma de romperla.
Intentó lo mismo que antes: un golpe sorpresa. Y funcionó. Un impacto directo en su rostro.
Sonrió confiada.
Volvió a intentarlo.
Esta vez no funcionó.
Lo intentó de nuevo.
Falló.
Y otra vez.
Kieran había memorizado su patrón. Sus golpes dejaron de ser efectivos.
La frustración empezó a nublarle la mente.
—¿Por qué no funciona?
Con un grito de ira, envolvió su cuerpo en Essan. No podía perder. Aumentó su fuerza, se lanzó al ataque con toda su velocidad.
Kieran hizo lo mismo, pero de forma más calculada. No fortaleció todo su cuerpo, sino solo sus brazos, absorbiendo los impactos en zonas menos vulnerables.
Seyra no se daba cuenta de que se estaba descontrolando.
Lanzó una patada con todas sus fuerzas.
Kieran esquivó.
Ella sonrió.
—Era una finta.
Giró en el aire, redirigiendo la patada al otro lado.
Pero Kieran levantó el brazo en el último segundo. El impacto fue brutal; el sonido del hueso dislocándose resonó en el aire.
Seyra pensó que había ganado.
Pero entonces vio el puño de Kieran acercándose.
No tuvo tiempo de reaccionar.
Sintió el impacto en su rostro y, en un parpadeo, todo se volvió negro.
Cuando recuperó la consciencia, estaba en el suelo.
El murmullo del público le confirmó lo que no quería aceptar.
—Kieran, ganador. —dictó Gorath con su tono implacable.
Seyra apretó los puños, su respiración agitada. No podía aceptar la derrota. Pero lo entendió.
—Me superó. No en fuerza, sino en control.
Kieran, aún con el brazo dislocado, le extendió la mano.
—Buena pelea.
Ella lo miró fijamente, su orgullo herido, pero aceptó la mano con una leve sonrisa.
—La próxima, ganaré.
Kieran solo inclinó la cabeza.
Desde su posición, Gorath observó a los discípulos.
—Grandes talentos... pero aún inexpertos. Necesitan pulirse.
Cruzó los brazos y habló con voz firme:
—Buen desempeño. Pero les falta mucho.
El público estalló en murmullos. La batalla había sido impresionante, y la intensidad no hacía más que aumentar.
Entonces, alguien más dio un paso al frente.
No fue un discípulo de la Habitación 12.
Esta vez, fue alguien de la Habitación 1.
Su presencia se sintió de inmediato. Un chico de complexión fuerte, postura relajada y una sonrisa que no parecía encajar con la seriedad del momento.
Sus ojos reflejaban algo extraño, como si disfrutara el simple hecho de estar ahí.
—¿Y bien? —dijo con tono despreocupado—. ¿Quién será mi oponente?
El silencio llenó el aire.
Aelek observó la escena, su corazón latiendo más rápido.
Sentía el calor de la batalla envolviéndolo.
Y él deseó ser parte de ello.