El sol apenas despuntaba sobre los tejados de Luthenor cuando Ghalen, con su energía inagotable, sacudió a Aelek para despertarlo.
—¡Arriba, dormilón! —dijo con su tono entusiasta.
Aelek, aún entre sueños, apenas abrió los ojos y murmuró:
—¿Qué pasa…?
—Hoy tenemos día libre.
Aelek pestañeó varias veces antes de que las palabras de Ghalen se asentaran en su mente.
—Ah… cierto… —dijo con voz adormilada—. Espera… ¿tenemos?
Ghalen soltó una carcajada.
—Sí, todos.
Aelek miró a su alrededor y vio el movimiento en la habitación. Varios de sus compañeros ya estaban alistándose para salir a la ciudad, algunos con entusiasmo, otros con aire despreocupado. Algunos tenían asuntos familiares, otros simplemente querían aprovechar el día para relajarse.
Al salir, vio a Dareon y Mei-Lin esperándolo. Pero antes de irse, su vista se dirigió al campo de entrenamiento, donde aún quedaban algunos discípulos. Había un pequeño grupo disperso:
Kellan, de la habitación 8, un joven serio y disciplinado.
Saera, de la habitación 7, conocida por su destreza en la lanza.
Y otros discípulos de distintas habitaciones.
Al frente de ellos estaba Lenya, de su propia habitación, quien se había quedado entrenando en solitario.
—¿No vas a la ciudad? —preguntó Aelek.
Lenya negó con la cabeza.
—Tengo mis objetivos claros. Prefiero aprovechar el tiempo. Saldré hasta el fin de semana.
Aelek sonrió.
—Esta bien .
---
Al llegar a la entrada principal de Luthenor, se encontraron con Lin, el guardia con quien Aelek había hablado en su primer día en la ciudad.
—Vaya, si no es el muchacho que parecía perdido —dijo Lin con una sonrisa—. Te ves más confiado.
Aelek rió, recordando cómo deambulaba por la ciudad sin saber a dónde ir en aquella ocasión.
—Algo así.
Lin los dejó pasar sin problemas, y al entrar, la calle principal estaba más bulliciosa de lo habitual. Había un aire festivo, los puestos estaban decorados con cintas de colores y las casas tenían banderines colgando.
Aelek notó una conversación entre dos ciudadanos cercanos.
—¿Eres de la aldea Verethil? —preguntó uno.
—Sí… tuvimos que irnos. La tierra se ha vuelto árida. Es como si estuviera muriendo… No podíamos seguir viviendo allí.
Aelek sintió curiosidad y le preguntó a Mei-Lin:
—¿Dónde queda esa aldea?
—Está en la frontera del reino. Al otro lado están Las Colinas, un lugar árido donde habitan algunas razas nómadas.
—¿Razas? —preguntó Aelek, sorprendido—. ¿Qué tipos de razas hay en nuestro reino?
Mei-Lin asintió y comenzó a explicarle:
1. Los Draveth – Humanos con sangre de bestias, tienen sentidos agudizados y son hábiles cazadores.
2. Los Varen – Seres de piel pálida y cabello plateado que tienen una conexión con el Essan natural. Viven en los bosques profundos.
3. Los Gorrak – De complexión robusta y piel oscura, son herreros y constructores por excelencia.
4. Los Ithari – Una raza de nómadas, con ojos de colores cambiantes y habilidades para percibir las energías del mundo.
Aelek escuchó con fascinación.
—Me gustaría aprender más sobre ellos…
—Primero, comamos algo —intervino Mei-Lin.
Dareon sonrió.
—Conozco el mejor lugar.
Llegaron a un pequeño restaurante acogedor, donde trabajaban Arya y Aelek en sus días de servicio.
—¡Bienvenido de nuevo, Aelek! —saludó la Jefa.
Dareon bromeó:
—¿Trabajas aquí?
—trabajaba…
—Entonces, este lugar debe ser bueno.
—Por supuesto —dijo la Jefa—. ¿Qué van a pedir?
—El especial —dijeron Dareon y Mei-Lin al unísono.
—¿Especial? —preguntó Aelek, curioso—. ¿Desde cuándo hay un plato especial?
—Cada año, en la Ceremonia de Creación, los restaurantes preparan un platillo típico de la región —explicó la Jefa—. Este año, nuestro especial es (nombre del plato).
—¿Ceremonia de Creación? —preguntó Aelek.
Dareon explicó mientras esperaban su comida:
—Es el aniversario de la ciudad. Por eso nos dieron el día libre. Además, esta noche se presentarán los Relatos Errantes.
Aelek inclinó la cabeza.
—¿Quiénes son?
—Narradores que viajan por todo el reino contando historias —dijo Mei-Lin—. Este año relatarán la historia de la Secta Destello Eterno.
—Eso suena interesante.
La comida llegó, y Dareon explicó que el ingrediente principal era una bestia de Essan que solo se apareaba en esta época del año, lo que la hacía difícil de conseguir.
Aelek probó un bocado y abrió los ojos sorprendido.
—¡Esto es increíble!
Después de terminar de comer, Mei-Lin mostró tres boletos.
—Los conseguí gracias a un comerciante que me debía un favor.
Dareon se emocionó.
—Hace mucho que no escucho la historia de la secta.
Decidieron aprovechar la tarde recorriendo el mercado errante en la zona este de la ciudad.
---
El mercado estaba decorado con faroles y cintas. Era un laberinto de puestos y comerciantes que vendían artículos de todas partes del continente.
—Aelek, ¿notas algo diferente? —preguntó Dareon.
Aelek asintió.
—Sí… este es el camino por el que entré a la ciudad la primera vez. Está irreconocible.
De pronto, escucharon a unas mujeres hablar:
—Mi hijo ha tenido sueños extraños. Dice que ve figuras encapuchadas con ojos maliciosos…
Los tres miraron al niño, que dibujaba un rostro sin pupilas, completamente negro.
Sintieron un escalofrío, pero no le dieron mucha importancia y siguieron adelante.
Más adelante, Mei-Lin se emocionó.
—¡Miren! ¡Es Zhenmar, el alquimista de la secta!
Zhenmar, aunque de aspecto joven, tenía ya 48 años.
Estaba regateando con un comerciante por 10 kilos de arena refinada a cambio de 1 piedra de esencia de nivel medio.
—¡Vaya arte para regatear! —dijo Dareon, fascinado.
Aelek le preguntó sobre los ingredientes, pero Zhenmar solo sonrió misteriosamente.
—Son para una investigación secreta.
Antes de irse, les dijo:
—Si alguna vez necesitan algo, búsquenme.
Después de verlo desaparecer entre la multitud, Mei-Lin propuso un reto:
—Cada uno comprará el objeto más raro que encuentre.
Dareon y Mei-Lin le dieron a Aelek quince piedras de esencia de nivel medio antes de separarse.
Aelek suspiró.
Bueno… tendré que confiar en mi instinto para encontrar un buen objeto.
Con esa idea en mente, se adentró en el mercado.